Ruth y sus perros mágicos


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Feliz, vivía Ruth, una joven de 19 años que tenía un gran amor por los niños y estaba estudiando para convertirse en una maestra ejemplar.

Ruth era alegre y amable, aunque a veces su expresión seria podía confundir a quienes no la conocían bien. A pesar de no ser muy sociable en persona, le encantaba hacer amigos y siempre estaba dispuesta a ayudar a quienes lo necesitaran.

Ruth vivía en una acogedora casita con un jardín lleno de flores donde corrían libremente sus dos perros: Luna, una hembra negrita llena de energía, y Sol, un macho blanco tranquilo y cariñoso.

Los dos perritos eran como sus fieles compañeros, siempre listos para jugar y darle todo su cariño.

Un día soleado, mientras Ruth paseaba por el parque del pueblo, vio a un grupo de niños jugando felices pero notó que uno de ellos estaba solo y triste sentado en un banco. Sin dudarlo, se acercó al niño y le preguntó qué le pasaba. El pequeño le contó que se sentía solo porque acababa de mudarse al pueblo y aún no había hecho amigos.

Ruth sonrió con ternura y le dijo: "No te preocupes, yo también me sentí así cuando llegué aquí. ¿Por qué no vienes conmigo? Te presentaré a Luna y Sol; te van a encantar". El niño aceptó la invitación emocionado.

Al llegar a casa, Luna y Sol recibieron al niño con alegría moviendo sus colas sin parar. El niño se sintió tan feliz al ver a los perritos que rápidamente empezaron todos juntos a jugar en el jardín.

Ruth observaba con emoción cómo su nueva amistad crecía entre risas y juegos. "Gracias por hacerme sentir bienvenido", dijo el niño sonriendo. "De nada", respondió Ruth. "Recuerda que nunca estás solo cuando tienes amigos cerca".

Los días pasaron y el niño hizo muchos nuevos amigos gracias a la ayuda de Ruth. La joven maestra demostró que con amor, paciencia y amabilidad se pueden superar cualquier obstáculo para encontrar la felicidad.

Desde ese día, Ruth siguió dedicando su tiempo tanto para estudiar como para ayudar a los niños del pueblo a crecer felices y rodeados de amor. Su bondad inspiraba a todos aquellos que tenían la suerte de conocerla.

Y así fue como Ruth descubrió que ser maestra va más allá de enseñar materias; también implica guiar con el corazón para sembrar semillas de amistad y esperanza en cada pequeño corazón.

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