Sabiduría Yarikuna
Había una vez en lo profundo de la selva amazónica colombiana, una comunidad indígena llamada —"Yarikuna" , donde los abuelos eran los guardianes de la sabiduría ancestral y el respeto por la madre tierra.
En esta comunidad vivían muchos niños curiosos que ansiaban aprender de sus mayores y descubrir los secretos que guardaba la naturaleza. Un día, el abuelo Taita Yaku convocó a todos los niños alrededor del fuego sagrado para contarles una historia especial.
Los pequeños se sentaron expectantes, con los ojos brillantes y las orejas bien atentas. "Hace mucho tiempo, cuando nuestros antepasados cuidaban estas tierras con amor y respeto, la madre naturaleza les recompensaba con su generosidad infinita.
Pero un día, llegaron extraños con maquinaria ruidosa y comenzaron a talar árboles sin medida, contaminando ríos y destruyendo todo a su paso", narró el abuelo Taita Yaku con voz serena pero firme.
Los niños escuchaban horrorizados mientras imaginaban el daño que aquellas acciones podían causar a su hogar en la selva. El abuelo continuó: "Pero nuestros sabios ancianos nos enseñaron a respetar cada ser vivo que habita en este lugar sagrado.
Nos enseñaron a dar gracias por lo que la naturaleza nos brinda y a cuidar de ella como si fuera nuestra propia madre". Los niños asintieron con entendimiento, inspirados por las palabras del abuelo. Decidieron tomar acción para proteger su hogar amazónico y seguir las enseñanzas de sus ancestros.
Una mañana, mientras exploraban el bosque cercano al río cristalino, los niños encontraron un grupo de animales heridos debido a la contaminación provocada por actividades humanas irresponsables. Sin dudarlo, decidieron ayudarlos llevándolos al refugio seguro del pueblo.
"Debemos sanar a estos seres vulnerables y protegerlos de todo mal", dijo Valeria, una niña valiente y compasiva. Los niños trabajaron juntos para curar a los animales heridos, limpiar el río y plantar nuevos árboles en el bosque devastado.
Con cada acción solidaria, sentían cómo la energía vital de la selva se fortalecía nuevamente.
Días después, cuando las estrellas brillaban en lo alto del cielo nocturno, todos los habitantes de Yarikuna se reunieron alrededor del fuego sagrado para celebrar un ritual ancestral de gratitud hacia la madre tierra. Los abuelos sonreían orgullosos al ver cómo sus enseñanzas habían sido comprendidas y puestas en práctica por las nuevas generaciones.
"Gracias por recordarnos que nuestro deber es proteger este regalo divino que es nuestra selva amazónica", expresó emocionado el abuelo Taita Yaku. Desde ese día en adelante, los niños de Yarikuna se convirtieron en defensores apasionados del medio ambiente y embajadores del respeto hacia todas las formas de vida en armonía con la naturaleza.
La comunidad floreció como nunca antes gracias al amor incondicional hacia su hogar terrenal.
Y así concluye esta historia maravillosa sobre cómo el conocimiento ancestral combinado con el espíritu altruista de los más jóvenes puede transformar un mundo amenazado en un oasis de esperanza y renovación perpetua.
FIN.