Sabores y Recuerdos
Había una vez en Huanoquite, un pueblito encantador en lo más profundo de la sierra peruana, una familia muy unida que decidió emprender un viaje desde Cusco para pasar la Semana Santa juntos.
La familia estaba compuesta por Papá Marcelino, mamá Estela y las traviesas hijas Andrea y Laura. El jueves santo, se subieron a un camión vochinchero lleno de coloridas frutas y verduras para comenzar su aventura rumbo a Huanoquite.
El camino era sinuoso y lleno de paisajes impresionantes; las niñas no paraban de asombrarse con cada curva que tomaba el vehículo. Al llegar al viernes santo, la familia se instaló en una acogedora casita que habían alquilado para pasar esos días especiales.
Mamá Estela propuso cocinar los doce platos típicos de la región para celebrar juntos. Las niñas estaban emocionadas por ayudar en la cocina y aprender los secretos de esas recetas tradicionales. - ¡Vamos a hacer ceviche! - exclamó Andrea emocionada.
- Sí, pero primero hay que ir al mercado a comprar pescado fresco - respondió mamá Estela con una sonrisa. Así que toda la familia se dirigió al mercado local donde encontraron los ingredientes necesarios para preparar el delicioso ceviche.
Mientras papá Marcelino regateaba con el vendedor, las niñas correteaban entre los puestos descubriendo frutas exóticas y dulces típicos. De regreso a casa, se pusieron manos a la obra.
Cada uno tenía su tarea asignada: papá cortaba el pescado en cubitos pequeños, mamá rallaba limones verdes, Andrea picaba cebolla morada y Laura mezclaba todo con cuidado. El aroma fresco del limón invadió la cocina mientras trabajaban en equipo.
- ¡Esto está quedando delicioso! - exclamó papá Marcelino probando un pedacito. - Sí, pero aún nos faltan once platos más por preparar - dijo mamá Estela entre risas. Durante todo el día estuvieron ocupados cocinando diferentes platillos tradicionales como rocoto relleno, adobo arequipeño y suspiro limeño.
Las niñas aprendieron mucho sobre la gastronomía local y disfrutaron cada momento junto a su familia.
Al caer la noche, todos se sentaron alrededor de la mesa adornada con flores silvestres y velas encendidas para degustar los manjares preparados con tanto amor y dedicación. La felicidad se reflejaba en sus rostros mientras compartían anécdotas y risas. La Semana Santa en Huanoquite se convirtió en una experiencia inolvidable para esta entrañable familia que supo valorar cada instante juntos.
Aprender sobre las tradiciones culinarias locales les permitió conectarse aún más con la cultura de esa hermosa región andina. Y así terminó esta historia llena de sabor, risas y amor familiar en medio de las montañas mágicas de Huanoquite.
Porque no hay nada mejor que compartir momentos especiales con aquellos que más queremos.
FIN.