Salomé, la Reina de los Sueños
Érase una vez en un reino mágico donde los árboles eran de caramelo y las nubes estaban hechas de algodón de azúcar. En este mágico lugar, vivía una bebé con una gran sonrisa y ojos brillantes: ¡Salomé! Desde que nació, todos en el reino la querían mucho, pero un día, un viejo sabio le dijo a su papá, el rey:
"Tu hija tiene un destino especial. ¡Ella será la reina de los sueños!"
A Salomé le encantaba escuchar historias sobre aventuras y magia. Por eso, cuando cumplió seis años, se le dio la corona de su padre, quien le dijo:
"Salomé, ahora eres la Reina de los Sueños. ¡Tienes una misión muy importante!"
Salomé, emocionada, le preguntó:
"¿Qué debo hacer, papá?"
El rey le explicó:
"Debes cuidar los sueños de todos los habitantes del reino. Si un sueño se pierde, ¡puede haber problemas!"
Intrigada, Salomé decidió salir a explorar su nuevo reino. Mientras caminaba por el bosque, se encontró con un pequeño duende que parecía preocupado.
"Hola, duende. ¿Por qué estás tan triste?"
"He perdido mi sueño más preciado, ¡el sueño del arcoíris! No sé qué hacer."
Salomé, muy decidida, le respondió:
"No te preocupes, ¡te ayudaré a encontrarlo!"
Juntos, comenzaron su búsqueda. Pasaron por el Lago de las Sonrisas, donde los peces cantaban y bailarines de luz iluminaban el aire. Allí, conocieron a un pez dorado que les dijo:
"El sueño del arcoíris viaja por los Cielos de la Imaginación. Deben actuar rápido, antes de que se desaparezca por completo."
Salomé miró al duende y dijo:
"¡Vamos! No podemos dejar que el sueño se pierda. ¡Contemos con nuestra imaginación!"
Ingresaron al Cielo de la Imaginación, donde nubes de colores danzaban y estrellas brillaban con fuerza. Pero pronto, se dieron cuenta de que había un pequeño problema. Una tormenta de dudas estaba tratando de robar los sueños de todos allí.
"¿Cómo enfrentamos a la tormenta?" preguntó Salomé.
El duende, muy pensativo, sugirió:
"¡Pero tenemos todo lo que necesitamos! Nuestra amistad y la fuerza de los buenos pensamientos."
Salomé, con determinación, gritó:
"¡Imaginemos juntos!"
Ambos, llenos de coraje, comenzaron a imaginar cosas maravillosas: flores gigantes, arcoíris que cruzaban el cielo, y muchos amigos riendo y jugando. La tormenta comenzó a disiparse ante la magia de sus pensamientos.
"¡Lo estamos logrando!" exclamó el duende mientras sonreía.
De repente, un rayo de luz salió de sus corazones y envolvió a la tormenta, convirtiéndola en bellas mariposas de colores que danzaron a su alrededor. Entonces, frente a ellos, apareció el sueño del arcoíris radiante.
"¡Lo encontramos!" gritó Salomé, alegremente.
"¡Gracias, Reina de los Sueños!" dijo el duende.
Salomé tomó el sueño y, con un gesto suave, lo devolvió al cielo.
"Ahora todos podrán soñar con arcoíris y felicidad. Recuerda, amigo, la magia de los sueños vive en nosotros, siempre que creamos en ellos."
El duende abrazó a Salomé y juntos regresaron al bosque, donde todos los habitantes los esperaban con mucha alegría.
"¡Viva la Reina de los Sueños!" gritaron.
Salomé sonrió y se dio cuenta de que ser reina significaba creer en lo que uno quiere, y compartir la alegría con los demás.
Desde ese día, Salomé, la Reina de los Sueños, se aseguró de que nunca faltaran sueños en su reino, y que todos pudieran imaginar y crear un mundo lleno de magia y alegría.
Y así, cada vez que alguien tenía un mal sueño, una hermosa luz brillaba en el cielo, recordándoles a todos que siempre había esperanza para un nuevo amanecer lleno de sueños hermosos.
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FIN.