Salomé y el unicornio compartido



Salomé era una niña muy alegre y divertida. Le encantaba jugar con su amiga Martina, pero siempre quería que todos los juguetes fueran para ella.

Un día, mientras las dos amigas jugaban con sus muñecas, Martina le propuso a Salomé:- ¿Qué te parece si compartimos los juguetes? Así podremos jugar juntas sin pelear. Salomé no estaba segura. Ella pensaba que todos los juguetes eran suyos y no quería compartirlos.

- Pero yo quiero que sean solo míos -respondió Salomé haciendo un puchero. Martina se dio cuenta de lo que pasaba y decidió ayudarla a entender la importancia de compartir. - Sabes qué, Salomé? A mí también me gustaría tener todos los juguetes para mí sola.

Pero si hacemos eso, entonces no podríamos jugar juntas. Y eso sería muy aburrido -dijo Martina con una sonrisa. Salomé reflexionó un poco sobre las palabras de su amiga y finalmente aceptó compartir sus juguetes con ella.

A partir de ese día, Salomé aprendió que compartir es importante para poder divertirse junto a sus amigos. Jugaron felices durante horas y horas sin ningún problema. Pero la historia no termina ahí... Un día en el parque, Salomé encontró un unicornio perdido.

Estaba muy feliz porque era uno de sus animales favoritos. Decidió llevárselo a casa para cuidarlo hasta encontrar al dueño.

Cuando llegó a casa, mostrándole el unicornio a su mamá le dijo:- Mira mamá ¡encontré este unicornio! ¿Puedo quedármelo? Su mamá le explicó que debían buscar al dueño, pero que mientras tanto podía cuidarlo y jugar con él. Salomé estaba muy emocionada.

Cuidaba del unicornio como si fuera su mascota y lo llevaba a todas partes en su mochila. Un día, mientras jugaban en el jardín, una niña se acercó a Salomé y le preguntó:- Disculpa, ¿has visto un unicornio por aquí? Es de mi hermanita y lo perdió hace unos días.

Salomé supo inmediatamente que ese era el dueño del unicornio. Le entregó el juguete sin dudar y la niña se fue muy contenta con su hermana. Aunque Salomé sintió un poco de tristeza al despedirse del unicornio, sabía que había hecho lo correcto.

Y aprendió algo importante: no siempre podemos tener todo para nosotros solos. A veces es necesario compartir para hacer felices a los demás también.

Desde ese día en adelante, Salomé siguió jugando con sus amigos y compartiendo sus juguetes con ellos. Y así descubrió que la vida puede ser mucho más divertida cuando la compartimos con los demás.

FIN.

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