Salomón y el Misterio del Jardín Encantado
Era una mañana soleada en el pequeño pueblo de Villa Alegre. Salomón, un niño inteligente, travieso e inquieto, se despertó con una idea en su mente. "Voy a descubrir un tesoro escondido en el jardín de la abuela"-, pensó entusiasmado. Su abuela siempre decía que en su jardín había cosas mágicas, pero Salomón quería probarlo.
Preparando su mochila con una linterna, una lupa, algunos lápices y, por supuesto, su cuaderno para anotar todos sus hallazgos, salió hacia el jardín. Su abuela lo observaba desde la ventana, sonriendo, pero un poco preocupada. Ella sabía que Salomón tenía una gran curiosidad, pero a veces se metía en problemas.
Al llegar al jardín, Salomón se sintió como un explorador en una jungla. Había flores de todos colores, mariposas que danzaban en el aire, y un gran árbol que parecía susurrar secretos.
"¡Hey, árbol!"-, dijo Salomón, riéndose, "¿Tú sabes dónde está el tesoro?"-
Pero el árbol no contestó. Luego, Salomón miró cerca de un arbusto y notó algo brillante. ¡Era una pequeña llave dorada!"¿Qué haré con esta llave? Tal vez abra un cofre lleno de oro"-, pensó. Con la llave en mano, siguió investigando.
De repente, oyó un ruido extraño. Un pequeño conejo apareció, mirándolo con curiosidad.
"Hola, amigo. ¿Sabes algo sobre un tesoro por aquí?"- preguntó Salomón, inclinandose hacia él.
El conejo asintió con la cabeza y comenzó a saltar. Salomón lo siguió, pensando que tal vez el conejo lo llevaría a su próximo descubrimiento. Al llegar a un pequeño estanque, el conejo se detuvo y señaló una caja vieja, medio enterrada en la tierra.
"¡Increíble!"-, exclamó Salomón, "Voy a abrirla con la llave que encontré"-. Se apresuró a desenterrar la caja, que estaba decorada con dibujos de flores y estrellas.
"¡Es hora de ver qué hay dentro!"- dijo mientras intentaba usar la llave. Pero cuando la metió en la cerradura, giró, pero nada pasó.
"¿Quién puede ayudarme?"- se preguntó Salomón, frustrado. En ese momento, recordó las historias de su abuela sobre los espíritus del jardín que ayudaban a los que tenían corazón puro. Así que decidió llamar.
"¡Espíritu del jardín! ¡Te necesito!"- gritó Salomón.
El aire se volvió más fresco y, de repente, una luz brillante apareció delante de él. Era un hada que sonreía.
"Hola, joven explorador. He visto tu esfuerzo y curiosidad. La llave es mágica, pero necesitas resolver un enigma para abrir la caja"-, dijo el hada.
Salomón estaba emocionado.
"¡Sí! Estoy listo, ¿cuál es el enigma?"-
El hada sonrió.
"Te lo diré: soy ligero como el aire, pero peso más que el oro. ¿Qué soy?"-
Salomón se quedó pensando. "Algo que es ligero pero valioso... ¡Ya sé! ¡Es un sueño!"-
El hada aplaudió.
"¡Correcto! Ahora usa tu imaginación y di el hechizo: 'Sueños dorados, ven a mí, abre la caja y hazme feliz'"-
"¡Sueños dorados, ven a mí, abre la caja y hazme feliz!"- gritó Salomón con todas sus ganas.
La caja se iluminó y, con un chasquido, se abrió revelando… un montón de semillas de flores brillantes.
"¿Semillas?"- preguntó Salomón confundido.
"Sí, cada semilla representa un sueño que puedes hacer realidad si trabajas en ello", explicó el hada. "Estás buscando un tesoro, pero el verdadero tesoro está en tus ganas de aprender y crecer"-
Salomón sonrió.
"Gracias, hada. ¡Voy a cuidar de cada una de estas semillas y veré cómo crecen!"-
Con su nueva misión en la mano, llevó las semillas a casa. Su abuela, al verlo volver emocionado, le preguntó qué había encontrado.
"Encontré un tesoro, abuela, ¡y lo plantaré para que crezca!"-
Desde ese día, Salomón cuidó su jardín, aprendiendo sobre las plantas y los ciclos de la naturaleza. Nunca más pensó que el tesoro era solo oro; descubrió que el verdadero valor estaba en el conocimiento y el cuidado del mundo que le rodeaba. Así, cada planta que creció era un recordatorio de sus sueños y aventuras.
Y siempre que miraba al cielo, recordaba el día que se animó a pedir ayuda y cómo eso lo llevó al descubrimiento más grande de todos: la magia de aprender y soñar.
FIN.