Saltando entre amistades



Había una vez, en las cálidas aguas del océano Atlántico, una tortuga marina llamada Ana. Ella vivía rodeada de amigos peces y juntos exploraban los arrecifes de coral y nadaban por los coloridos paisajes submarinos.

Un día soleado, mientras nadaba cerca de la costa, Ana se encontró con un grupo de delfines juguetones. Se hizo amiga de ellos y comenzaron a pasar mucho tiempo juntos.

Los delfines eran muy rápidos y ágiles, lo que emocionaba a Ana porque siempre había soñado con ser tan veloz como ellos. Un día, mientras jugaban en el agua cristalina, uno de los delfines le preguntó a Ana: "¿Te gustaría aprender a saltar alto fuera del agua como nosotros?".

Ana sonrió emocionada y respondió: "¡Claro que sí! Eso sería increíble". Los delfines decidieron ayudar a Ana a cumplir su sueño. Le enseñaron cómo tomar impulso debajo del agua y luego saltar con fuerza para salir al aire.

Al principio fue difícil para ella, pero poco a poco fue mejorando sus habilidades. Después de mucho practicar, llegó el momento en que Ana logró hacer su primer salto fuera del agua.

¡Fue asombroso! Los demás animales marinos aplaudieron emocionados mientras veían cómo la tortuga volaba por el aire antes de caer nuevamente al mar. A partir de ese momento, Ana no pudo dejar de saltar y jugar con los delfines.

Estaba feliz porque había descubierto una nueva habilidad que nunca pensó tener. Pero también se dio cuenta de que había dejado a sus amigos peces atrás. Un día, mientras saltaba con los delfines, Ana vio a su amigo pez Nemo nadando tristemente.

Se acercó a él y le preguntó qué le pasaba. Nemo respondió con voz apagada: "Me siento solo desde que te fuiste con los delfines. Extraño nuestros paseos juntos".

Ana se sintió culpable por haber abandonado a sus amigos peces y comprendió que no podía olvidarlos. Decidió volver al arrecife de coral y pasar tiempo con ellos nuevamente. Cuando regresó, los peces la recibieron con alegría y emoción.

Ana les contó sobre su aventura con los delfines y cómo aprendió a saltar alto fuera del agua. Los peces estaban felices por ella, pero también querían compartir momentos especiales juntos como antes.

Desde entonces, Ana equilibró su tiempo entre jugar con los delfines y disfrutar de la compañía de sus amigos peces en el arrecife de coral. Aprendió que no tenía que elegir entre uno u otro, sino encontrar un lugar para todos en su vida.

La tortuga marina Ana enseñó una valiosa lección a todos: la importancia de mantenerse fiel a sí mismo sin dejar atrás lo más importante en nuestras vidas: nuestros verdaderos amigos. Y así, Ana siguió siendo feliz en el mar junto a todos sus seres queridos bajo el cálido sol del océano Atlántico.

FIN.

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