Saltarín y el Tesoro Escondido



Había una vez un conejo muy travieso llamado Saltarín que vivía en un bosque lleno de árboles altos y flores coloridas. Siempre andaba brincando de aquí para allá y disfrutando de cada rincón del bosque. Un día, mientras jugaba con su amiga, la ardilla Nuez, encontraron un mapa escondido detrás de una piedra.

"¡Mirá, Nuez!" - exclamó Saltarín, mientras sacaba el mapa. "¡Es un mapa del tesoro!"

Nuez, siempre curiosa y entusiasta, se acercó con los ojos brillantes. "¿De verdad? ¿A dónde nos llevará?"

Saltarín estudió el mapa. "Parece que el tesoro está cerca del viejo roble, donde la paloma Pía suele hacer su nido. ¡Vamos, irá a ser una gran aventura!"

Ambos amigos comenzaron su búsqueda, saltando de alegría mientras seguían las indicaciones del mapa. Pero en el camino, se toparon con varios desafíos. Primero, tuvieron que cruzar un pequeño río.

"No sé nadar, Saltarín" - dijo Nuez con un poco de miedo.

"No te preocupes, podés subirme a la espalda y yo te llevaré" - respondió Saltarín, siempre dispuesto a ayudar.

Una vez cruzado el río, se encontraron con un grupo de mariposas que les hicieron una propuesta.

"Hola, amigos, si quieren pasar, deberán resolver un acertijo primero" - dijo una de ellas.

Saltarín y Nuez se miraron intrigados. "¿Qué acertijo?" preguntó Saltarín.

La mariposa sonrió y dijo: "¿Qué cosa crece sin parar, aunque nunca se pueda tocar?"

Nuez pensó por un momento y luego dijo con seguridad: "¡El tiempo!"

Las mariposas aplaudieron y se hicieron a un lado. "¡Correcto! Pueden pasar."

A medida que se acercaban al viejo roble, la emoción creció. Pero también se dieron cuenta de que no estaban solos; un zorro astuto se había enterado de su búsqueda.

"Esa es una búsqueda interesante, amigos. ¿No les gustaría compartir el tesoro?" - preguntó el zorro con una sonrisa engañosa.

Saltarín, desconfiado, respondió: "Primero tenemos que encontrarlo, y luego veremos..."

El zorro, viendo que no podía engañarlos, decidió seguirlos a una distancia prudente. Finalmente, llegaron al viejo roble y comenzaron a buscar. Siguieron las instrucciones del mapa y después de un rato, encontraron una pequeña caja entierra.

"¡Lo logramos!" - gritó Nuez, mientras Saltarín abría la caja.

En su interior no había oro ni joyas, sino semillas de diferentes plantas y flores.

"¿Semillas?" - preguntó Nuez, algo decepcionada.

Saltarín sonrió y dijo: "Son semillas de belleza, Nuez. Si las plantamos, harán que nuestro bosque sea aún más hermoso."

El zorro, que había estado observando, se acercó con picardía. "No es oro, pero puede que tenga su propio valor..."

Saltarín, generoso, decidió compartir las semillas. "¿Te gustaría ayudarnos, Sr. Zorro?"

Sorprendido, el zorro asintió lentamente. "Sí, creo que me gustaría."

Así, los tres amigos sembraron las semillas por todo el bosque, creando un lugar aún más colorido y vibrante. Con el tiempo, no solo el bosque floreció, sino que también la amistad entre el conejo, la ardilla y el zorro se volvió más fuerte.

"A veces, el verdadero tesoro no son las riquezas, sino lo que cultivamos juntos" - reflexionó Nuez, mirando todo lo que habían logrado.

"Exacto, y esto nos recuerda que siempre debemos trabajar en equipo" - añadió Saltarín, satisfecho con su aventura.

Y así, siguieron juntos, formando parte de un mundo lleno de sorpresas y amistad. El bosque, lleno de flores y árboles altos, se convirtió en su hogar donde todos vivieron felizmente y compartieron nuevas aventuras, aprendiendo que lo más valioso se encuentra en la generosidad y en el trabajo en equipo.

FIN.

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