Saltarín y los amigos salvadores


Había una vez en un hermoso campo verde, una figura musical redonda llamada Redondita. Redondita era muy alegre y siempre estaba contando del 1 al 4 varias veces al día.

Le encantaba el ritmo y la armonía que sentía cuando repetía los números una y otra vez. Un día soleado, mientras Redondita estaba disfrutando de su rutina de contar, tropezó con una pequeña piedra en el camino.

¡Oh no! Redondita comenzó a rodar sin control por todo el campo. Intentaba detenerse, pero cuanto más rodaba, más rápido iba. -¡Ayuda! ¡No puedo parar! -gritaba desesperada Redondita mientras pasaba rápidamente por sus amigos: Cuadradito, Triangulito y Ovalito.

Cuadradito intentó detenerla agarrándola con sus esquinas puntiagudas, pero fue arrastrado junto a ella. Triangulito corrió detrás de ellos e intentó frenarlos con sus lados afilados, pero también fue arrastrado por la incontrolable velocidad de Redondita.

Ovalito se unió al esfuerzo tratando de bloquear su camino con su forma ovalada, pero tampoco tuvo éxito. Mientras tanto, Redondita seguía rodando cada vez más rápido y se acercaba peligrosamente hacia un profundo barranco. Sus amigos sabían que tenían que hacer algo antes de que fuera demasiado tarde.

En ese momento apareció Saltarín, un conejito muy ágil y saltarín que vivía cerca del campo. Saltarín vio la situación crítica en la que se encontraban los amigos y decidió ayudar.

-¡No se preocupen! ¡Saltarín al rescate! -exclamó el conejito mientras saltaba hacia Redondita y sus amigos. Saltarín saltó por encima de Redondita y aterrizó justo delante de ella. Con un salto rápido, logró engancharse a su parte superior y comenzó a frenar gradualmente la velocidad de Redondita.

Poco a poco, la velocidad disminuyó hasta que finalmente Saltarín pudo detener por completo a Redondita. Los amigos estaban aliviados y felices de haber superado ese peligroso momento juntos. -¡Gracias, Saltarín! ¡Eres nuestro héroe! -dijo Cuadradito emocionado.

-Tienes razón, sin ti no sé qué hubiéramos hecho -agregó Ovalito con gratitud en su voz. Redondita estaba muy avergonzada por lo que había pasado, pero sus amigos la consolaron y le recordaron lo especial que era para ellos. -No te preocupes, Redondita.

Todos cometemos errores. Lo importante es que estamos aquí para apoyarnos mutuamente -dijo Triangulito con cariño.

A partir de ese día, Redondita aprendió una valiosa lección sobre la importancia de prestar atención a su entorno mientras disfrutaba de su pasión por los números. También aprendió lo significativo que era tener amigos leales dispuestos a ayudarte en los momentos más difíciles.

Desde entonces, Redondita siguió contando del 1 al 4 varias veces al día, pero siempre recordaba ser cuidadosa con cada paso que daba. Y cada vez que tenía dificultades o se sentía insegura, sabía que podía contar con sus amigos para ayudarla a superar cualquier obstáculo.

Y así, Redondita y sus amigos vivieron muchas aventuras juntos, siempre recordando el día en que Saltarín los salvó y demostraron que la amistad verdadera puede detener cualquier problema.

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