Saltos de Amistad


En un soleado día de verano, Ana y Mario decidieron jugar juntos en el patio de la casa. Ana tenía una cuerda rosa con brillitos, mientras que Mario tenía una cuerda azul con rayas amarillas.

Ambos estaban muy emocionados por pasar la tarde saltando y divirtiéndose. - ¡Vamos a ver quién salta más alto! - exclamó Ana mientras agitaba su cuerda con entusiasmo. - ¡Sí, vamos a hacerlo! - respondió Mario con una sonrisa.

Así comenzaron a saltar al compás de la música que venía de un vecino que estaba tocando la guitarra en su jardín. Ana y Mario reían y se divertían cada vez que lograban dar un salto perfecto sin enredarse con la cuerda.

Después de un rato, Ana propuso un desafío:- ¿Qué te parece si intentamos saltar juntos a la vez? Uno a cada extremo de las cuerdas. Mario dudó por un momento, pero luego asintió con entusiasmo:- ¡Me parece genial! Hagámoslo.

Ambos se colocaron en posición, respiraron hondo y comenzaron a saltar al mismo tiempo. Fue complicado al principio coordinar los saltos, pero después de varios intentos lograron sincronizarse y empezaron a saltar juntos sin problemas.

Era como si estuvieran conectados por algún tipo de energía especial que les permitía moverse al unísono. De repente, mientras seguían saltando juntos, algo mágico sucedió: las cuerdas comenzaron a brillar y emitir destellos de colores.

Ana y Mario se miraron sorprendidos, sin poder creer lo que veían. - ¡Esto es increíble! - exclamó Ana maravillada. - ¡Nunca había visto algo así! - agregó Mario asombrado. Las cuerdas continuaban brillando intensamente mientras los dos amigos seguían saltando juntos en perfecta armonía.

De pronto, una voz dulce resonó en el aire:"Cuando dos amigos se unen con alegría, su conexión brilla con luz propia cada día. La amistad verdadera es como una melodía, que llena el corazón de magia y armonía.

"Ana y Mario se abrazaron emocionados al escuchar esas palabras tan reconfortantes. Habían descubierto el poder especial que tenían cuando jugaban juntos y se apoyaban mutuamente.

Desde ese día, siempre recordarían aquella tarde mágica en la que sus cuerdas brillaron con luz propia gracias a su amistad inquebrantable. Y así siguieron saltando juntos en el patio, disfrutando cada momento compartido lleno de diversión y complicidad.

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