Salvadores del Bosque
Había una vez en el hermoso pueblo de Chacabuco, un niño llamado Alfonso. Tenía apenas un año y ya le habían salido sus primeros cuatro dientes.
Era un niño muy curioso y siempre estaba listo para explorar el mundo que lo rodeaba. Un día soleado, mientras paseaba por el parque con su mamá, Alfonso vio algo brillante en la tienda de juguetes. Era una pelotita amarilla que llamó su atención inmediatamente.
Sin pensarlo dos veces, su mamá decidió comprarla para él. Al llegar a casa, Alfonso se emocionó mucho al ver su nuevo regalo. La agarró con sus pequeñas manitas y comenzó a jugar con ella.
Rodaba la pelota por el piso mientras reía a carcajadas. Pero había alguien más que también quería jugar: Perita negra, un gatito muy travieso que vivía en la casa.
Perita negra era un gato negro como la noche, pero tenía unos ojos verdes tan brillantes como las hojas de los árboles del parque. Desde el momento en que Alfonso llegó a casa siendo solo un bebé, Perita negra se convirtió en su fiel compañero de juegos.
El gatito saltaba y corría detrás de la pelotita amarilla cada vez que Alfonso la lanzaba al aire. Juntos pasaban horas divirtiéndose sin parar, riendo y disfrutando del juego compartido. Pero no todo fue diversión ese día.
Mientras jugaban afuera en el jardín trasero, Perita negra encontró algo que le llamó la atención. Era un pequeño pajarito herido que estaba en el suelo, incapaz de volar. Alfonso y Perita negra se acercaron con cuidado al pajarito y lo observaron con ternura.
Alfonso sintió mucha tristeza por el animalito lastimado y decidió ayudarlo. Corrió hacia la casa y regresó con una caja llena de algodón, donde depositaron al pajarito para mantenerlo abrigado. Durante días, Alfonso cuidó del pajarito junto a Perita negra.
Le dieron agua y comida, y lo protegieron del frío invierno. Poco a poco, el pajarito comenzó a recuperarse gracias al amor y los cuidados de sus nuevos amigos.
Un día soleado, cuando el pajarito ya estaba completamente sano, Alfonso decidió liberarlo para que pudiera volar nuevamente. Con lágrimas en los ojos pero también con alegría en su corazón, dejó volar al pequeño pájaro hacia el cielo azul.
Desde aquel día, Alfonso aprendió una valiosa lección sobre la importancia de ayudar a los demás seres vivos. Comprendió que todos somos parte de este mundo y que debemos cuidarnos unos a otros. Al crecer, Alfonso siguió siendo un niño curioso e interesado por las maravillas de la naturaleza.
Se convirtió en un defensor del medio ambiente y siempre buscaba formas de proteger a los animales y preservar el entorno natural.
Y aunque Perita negra ya no está cerca para jugar con él cada día, Alfonso siempre recordará con cariño aquellos momentos de diversión y amor compartidos. Y cada vez que vea una pelotita amarilla, recordará la importancia de la amistad y el cuidado hacia los demás seres vivos.
Y así, en el hermoso pueblo de Chacabuco, Alfonso creció rodeado del amor de su familia y siempre dispuesto a hacer del mundo un lugar mejor para todos.
FIN.