Samanta y la Araña Violinista



En un pueblito encantador del campo francés, vivía una niña de 12 años llamada Samanta. Desde muy pequeña, Samanta sentía una fascinación especial por los insectos. Pasaba horas en el jardín detrás de su casa, observando mariposas, luciérnagas y, su favorito, el escarabajo pelotero.

"¡Mirá este escarabajo, mamá!" - exclamaba Samanta cada vez que encontraba uno.

"Es hermoso, cariño. Un día vas a ser la mejor entomóloga del mundo" - le respondía su mamá, sonriendo con orgullo.

La vida de Samanta giraba en torno a su afición, y un día, decidió que quería aprender más sobre los insectos y su hábitat. Su mamá le regaló un libro titulado ‘Los Insectos de Francia’, y desde entonces, Samanta pasó cada tarde explorando el campo, tomando notas y hasta dibujando a sus pequeños amigos.

Pero un fatídico día, mientras exploraba cerca del arroyo, Samanta tuvo un encuentro inesperado. Al meterse entre unos arbustos, sintió un ardor en su brazo.

"¡Ay! ¿Qué fue eso?" - gritó, mirando su piel enrojecida. Al ver una pequeña araña con forma de violín, su corazón se detuvo un segundo. "Oh no, ¡una araña violinista!"

Antes de que pudiera reaccionar, la araña se había escapado.

Samanta corre hacia casa, y luego de contarle a su mamá lo sucedido, rápidamente se pusieron en camino al médico.

"No te preocupes, Samanta. Vamos a cuidar de ti" - le decía su mamá, intentando calmarla.

"Y, ¿volveré a explorar los insectos?"

"Por supuesto, solo necesitas descansar un poco" - contestó su mamá mientras la llevaban al médico.

Después de un tratamiento, Samanta regresó a casa y se sintió un poco débil, pero su espíritu curioso nunca se apagó. Aún en su recuperación, dedicó su tiempo libre a leer más sobre la araña violinista. Quería entender lo que había sucedido y cómo podría ayudar a otros.

Cada día, con un cuaderno en mano, tomaba notas de lo que aprendía. Descubrió que, aunque la araña era peligrosa, también era parte del ecosistema y tenía un papel importante. Samanta se dio cuenta de que todas las criaturas, incluso las que parecían amenazantes, tenían su razón de ser en la naturaleza.

Cuando finalmente se sintió mejor, Samanta estaba decidida a hacer algo positivo. Organizó una charla con otros niños del pueblo para compartir lo que había aprendido.

"Los insectos son fascinantes, y todos somos parte de un mismo sistema. Debemos cuidarlos y entenderlos. Incluso las arañas tienen su lugar" - les explicó con entusiasmo.

Los niños la escuchaban fascinados, y algunos incluso comenzaron a hacer sus propias investigaciones. Samanta se sintió muy feliz por haberse levantado después de su experiencia aterradora y haber compartido su amor por los insectos con otros.

Un día, la profesora del colegio de Samanta se acercó a ella.

"Estoy impresionada por tu pasión, Samanta. ¿Te gustaría ayudarme a organizar una feria de ciencias sobre los insectos?"

"¡Sí, me encantaría!" - respondió emocionada.

Así, gracias a su valentía y determinación, Samanta no solo superó su miedo a los insectos, sino que también logró que su amor por la entomología floreciera entre sus amigos.

Después de la feria, Samanta se sintió más segura que nunca en su camino para convertirse en entomóloga, y cada vez que veía una araña violinista, sonreía, recordando que, aunque a veces la vida puede picarnos un poco, esas experiencias nos enseñan a crecer y a entender el mundo que nos rodea.

FIN.

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