Samantha y el Valor de la Honestidad



Era un lindo día de primavera en el barrio de Samantha. Las flores estaban en plena floración y el sol brillaba en el cielo. Samantha, una niña de diez años, tenía muchos amigos, pero su mejor amigo era Lucas, un niño aventurero y juguetón que siempre sabía cómo divertirse. Juntos, compartían risas, secretos y juegos interminables, pero un día, todo cambió.

Una tarde, mientras estaban jugando en el parque, Lucas se encontró con un shiny objeto en el suelo. Era una hermosa moneda dorada.

"¡Mirá lo que encontré, Sam!" - exclamó Lucas, sosteniendo la moneda con entusiasmo.

"¡Es preciosa! ¿Te la vas a quedar?" - preguntó Samantha, admirando el brillo de la moneda.

"No sé... Tal vez. ¿Qué harías vos?" - dijo Lucas, pensativo.

Samantha se sintió un poco incómoda. Sabía que la moneda probablemente pertenecía a alguien y que sería más correcto entregarla.

"Creo que deberíamos devolverla. Puede que alguien la esté buscando" - sugirió Samantha.

Lucas la miró confundido.

"¿Devolverla? Pero, ¡es nuestra! La encontramos primero" - dijo Lucas, todavía con la moneda en la mano.

"Pero eso no significa que sea nuestra. Yo no me sentiría bien quedándomela, ¿y vos?" - insistió Samantha.

A Lucas no le gustaba la idea, pero vio la sinceridad en los ojos de su amiga. Después de un rato, decidió aceptar la sugerencia.

"Está bien, Sam. Devolvámosla" - dijo con un suspiro y guardó la moneda en su bolsillo.

Caminaron por el barrio, preguntando a los vecinos si habían perdido una moneda. Finalmente, llegaron a una casa donde un niño de su edad estaba triste, buscando algo en el jardín.

"¿Has perdido algo?" - preguntó Samantha con cuidado.

"Sí, una moneda dorada que me dio mi abuelo. Es muy especial para mí" - respondió el niño, con lágrimas en los ojos.

Lucas, al escuchar esto, sacó la moneda de su bolsillo.

"¿Es esta?" - preguntó, mostrándola al niño.

Los ojos del pequeño brillaros de alegría.

"¡Sí! ¡Es esa! Muchas gracias" - exclamó, corriendo hacia ellos y abrazando a Lucas.

Samantha sonrió, sintiéndose orgullosa de su decisión.

"Ves, Lucas. Hiciste lo correcto" - dijo.

"Sí, lo sé... Aunque al principio no quería. Me alegra haberlo hecho. Fue divertido ayudar a alguien" - respondió Lucas.

A partir de ese día, Lucas se convirtió en un gran defensor de la honestidad. Siempre que encontraban algo que no les pertenecía, se lo devolvían a su dueño. Aprendieron que la honestidad no solo es valiosa, sino que también trae alegría y satisfacción.

Sin embargo, un par de semanas después, durante un juego de esconditas, Samantha se dio cuenta de que había dejado caída su pulsera favorita, un regalo de su abuela. Preocupada, le dijo a Lucas.

"¡Oh, no! Perdí mi pulsera. La tenía puesta hace un rato"

Lucas, recordando lo que aprendió, la miró.

"Vamos a buscarla. Pero primero, ¿le cuentas a tus papás?"

Samantha dudó un momento. No quería que se molestaran. Pero luego, recordando el valor de la honestidad, decidió hacerlo. Fue a su casa y les explicó la situación.

"Les prometo que voy a hacer todo lo posible para encontrarla" - dijo, sintiéndose más tranquila.

Sus padres la apoyaron y salieron a ayudarla a buscar. Después de un rato de búsqueda, finalmente encontraron la pulsera en el parque, colgando de una rama.

Samantha estaba tan contenta que corrió a abrazar a Lucas.

"Gracias por recordarme ser honesta, Lucas. Te debo una" - dijo con una sonrisa.

"¡No hay de qué! Me alegra mucho que la hayas encontrado" - respondió Lucas, felices por la aventura que compartieron.

A partir de ese día, no solo aprendieron sobre la importancia de la honestidad, sino que también hicieron un pacto: siempre se ayudarían y se apoyarían mutuamente, no solo en la diversión, sino también en los momentos difíciles.

Y así, las brisas de primavera seguían soplando en su barrio, mientras Samantha y Lucas continuaban compartiendo sus aventuras, siempre recordando el valor de ser honestos, no solo con los demás, sino también consigo mismos.

FIN.

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