Samantha y los Monstruos de las Emociones



Samantha era una niña curiosa que vivía en un encantador barrio. Aunque tenía amigos y una familia que la quería, había algo que la inquietaba. A veces, sus emociones eran como un torbellino en su interior: la tristeza, la alegría, la ira y el miedo se peleaban entre sí. Un día, mientras paseaba por el parque, vio algo extraño. Un monstruo pequeño y animal, con ojos grandes y brillantes, la estaba mirando.

"¡Hola! Soy Rufi, el monstruo de la tristeza", dijo el monstruo con una voz suave.

Samantha, intrigada, se acercó a Rufi.

"¿De verdad eres un monstruo? Pensé que los monstruos daban miedo".

Rufi sonrió, mostrando su larga lengua rosa.

"No todos los monstruos son aterradores. Yo solo soy un poco triste porque a veces las personas no saben cómo manejar su tristeza. Pero estoy aquí para ayudarte a entender".

Samantha sintió que una ráfaga de tristeza la envolvía en ese momento.

"¿Cómo puedes ayudarme?".

"Primero, ¿por qué no me cuentas qué te hace sentir triste?".

Samantha pensó en sus días en la escuela y cómo a veces se sentía sola, a pesar de que todos estaban cerca. Mientras hablaba, notó que el color gris de Rufi se iba iluminando.

"Wow, me has hecho más brillante!" dijo Rufi.

Atraída por la curiosidad, Samantha preguntó:

"¿Hay más monstruos como vos?".

Rufi dio un salto de alegría.

"Por supuesto, ¡vamos a buscar a mis amigos!".

Samantha y Rufi caminaron juntos, y pronto encontraron a otro monstruo, uno enorme y azul que parecía una nube.

"¡Hola! Soy Nube, el monstruo de la alegría", dijo con una voz alegre.

"¡Hola, Nube! Estoy con Rufi, ¡quiero entender mis emociones!".

"¡Eso suena genial! La alegría es muy importante. A veces, se esconde cuando estamos tristes, pero siempre está ahí, solo hay que buscarla. ¿Qué te hace sentir feliz?".

Samantha sonrió al pensar en sus momentos favoritos: jugar con sus amigos, pintar y correr en el parque.

"¡Recuerda esos momentos y llévalos contigo! Cada vez que te sientas triste, piensa en ellos, ¡te sentirás mejor!" dijo Nube.

Samantha se sentía cada vez más fuerte y lista para explorar sus emociones. Sin embargo, algo cambió cuando de repente se encontró con un monstruo oscuro y espinoso, que hacía un ruido de quejido.

"¿Quién eres tú?" preguntó con un poco de miedo.

"Soy Miedo, el monstruo de las inseguridades", respondió el monstruo con una voz temerosa.

"¿Pero por qué eres tan oscuro?".

"Porque siempre que alguien me deja entrar, se siente inseguro y con miedo. Pero estoy aquí para ayudarte a enfrentarme, no a huir".

A pesar del espanto inicial, Samantha se sintió valiente.

"¿Sabés qué? Todos tenemos miedos. A veces me da miedo hablar frente a la clase o probar cosas nuevas.".

"Esa es una buena forma de verlo, Samantha. La valentía no es la ausencia de miedo, sino seguir adelante a pesar de él".

Samantha sintió que Miedo no era tan aterrador después de todo. La oscuridad del monstruo comenzó a desvanecerse a medida que hablaban de sus inseguridades. Aprendió que compartir sus miedos con amigos les quitaba peso.

Cuando el trío finalmente se reunió, hablaban de sus emociones entre risas y también de sus miedos. Juntos, enfrentaron la tristeza, la alegría, y ahora el miedo. Un día, mientras jugaban, se encontraron con un último monstruo, que tenía una forma extraña y cambiaba de color con sus palabras.

"¡Hola! Soy Curiosidad, el monstruo que te anima a aprender y explorar", dijo mientras giraba en círculos.

Samantha lo miró fascinada.

"¿Qué puedes enseñarme?".

"Trata de preguntarte cosas nuevas, abrir tu mente y descubrir sobre tus emociones. El mundo es un lugar lentamente maravilloso cuando permites tus emociones a jugar".

El grupo se sentó en un prado, rodeado de flores y risas.

"Gracias a todos, ¡dentro de mí hay un lugar para cada emoción!" exclamó Samantha.

"¡Exactamente!" dijo Rufi.

"Juntos, siempre podremos enfrentarlas", aseguró Nube.

"Nunca dejaré que el miedo me convierta en la sombra de la tristeza" dijo Miedo, comenzando a iluminarse.

Samantha sonrió, y en ese momento, comprendió que no importaba lo complicadas que fueran las emociones, siempre podía contar con sus amigos monstruos para entenderlas. Al despedirse de sus nuevos amigos, supo que aunque podría encontrarse sola en el futuro, no tendría que enfrentarse a sus emociones sin compañía.

"¡Adiós Sammy! Recuerda", gritó Curiosidad mientras se escabullía: "¡Todo está bien mientras le des espacio a tus sentimientos!".

A partir de ese día, Samantha se volvió la mejor amiga de sus emociones y, aunque no siempre fue fácil, sabía que su misión en la vida era conocerlas a todas. Y, por supuesto, siempre que necesitara ayuda, sus adorables monstruos estaban cerca para iluminar el camino.

Y así, Samantha siguió creciendo, enfrentando sus emociones como una verdadera valiente, y siempre recordando que aunque algunas fueran más difíciles que otras, todas tenían su lugar en su corazón.

FIN.

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