Samira y el poder de la confianza
Había una vez en un pequeño pueblo una niña llamada Samira. Samira era una niña especial. Tenía una gran imaginación y un alma curiosa, pero también llevaba en su corazón un secreto que nadie conocía: se sentía mejor consigo misma cuando estaba desnuda, en su propio espacio, lejos de los ojos de otros. Este era su nudismo selectivo. En casa, jugaba sin ropa, sintiéndose libre como una mariposa. Sin embargo, en la escuela todo cambiaba.
Samira iba a la escuela todos los días, cargando su mochila llena de libros, pero también de timidez. Nunca hablaba con sus compañeros. Era la niña que se sentaba sola en el rincón del patio, observando sin ser vista.
Un día soleado, mientras Samira jugaba con su imaginación, un grupo de niños la vio desde la distancia.
- “¡Mirá, ahí está Samira de nuevo! Siempre sola”, dijo Lucas, uno de los niños del grupo.
- “¿Por qué no se viene a jugar con nosotros? ” contestó Sofía.
Samira escuchó sus voces y sintió que su corazón latía más rápido. Quería unirse, pero no sabía cómo hacerlo.
Esa tarde, Samira fue a su casa y decidió que debía encontrar una manera de abrirse a nuevos amigos. Se sentó y pensó, "¿Qué pasaría si pudiera compartir un poco de mi mundo con ellos?". Y así nació una idea: organizar un picnic en el parque.
Al día siguiente, Samira se armó de valor y se acercó a algunos chicos de su curso.
- “Hola. Estoy organizando un picnic mañana en el parque. ¿Quieren venir? ”, les preguntó.
Los niños se miraron sorprendidos, pero luego asintieron con alegría.
- “¡Claro! Suena divertido.” dijo Lucas.
- “¿A qué hora? ”, preguntó Sofía emocionada.
Samira sonrió. Por primera vez, estaba conectando con otros. La idea del picnic hizo que su corazón se sintiera más ligero.
El día del picnic llegó. Samira llegó al parque llevando una canasta llena de sandwiches, frutas y galletas. Se sentía un poco nerviosa, pero también emocionada.
Cuando vio a sus compañeros acercarse, tomó una respiración profunda.
- “¡Hola a todos! Bienvenidos”, dijo con una sonrisa.
- “¡Hola, Samira! ¡Esto se ve increíble! ”, dijo Sofía, observando la comida.
- “Vamos a jugar al frisbee después de comer”, agregó Lucas.
Durante el picnic, todos se divirtieron mucho. Compartieron historias, risas y comida.
Samira tomó confianza y, un par de horas después, finalmente habló sobre su amor por la naturaleza y cómo a veces se siente más libre al estar al aire libre.
- “A mí me gusta sentir el viento en mi piel”, explicó.
Los niños la escucharon, curiosos. No se burlaron.
- “Eso suena genial, Samira”, dijo Sofía.
- “A veces siento lo mismo cuando juego en el agua”, añadió Lucas.
La tarde continuó llena de juegos y diversión, donde cada uno se sintió más libre de expresar quién era.
Al final del día, mientras se despedían, Lucas se acercó a Samira.
- “Gracias por invitarme al picnic. Me gustaría que siguieras compartiendo tus ideas con nosotros. Eres divertida”, dijo él.
Samira se sintió feliz. Había dado un gran paso. Había mostrado una parte de sí misma, y sus compañeros la aceptaron como era. Ya no era solo la niña del rincón; era parte del grupo.
Con el tiempo, Samira siguió hablando más y construyendo amistades.
Aprendió que todos somos diferentes y eso es lo que hace la vida especial. Con cada palabra que compartía, se sentía más segura, más libre y, sobre todo, más querida.
Y así, Samira descubrió el poder de mostrar su autenticidad y la magia de la amistad. Compartiéndolo todo, desde su amor por la naturaleza hasta sus juegos creativos, permitió que su mundo se expandiera más allá de la soledad.
Desde aquel día, Samira nunca más se sintió sola, porque sabía que ser uno mismo siempre es una forma de conectar con los demás.
FIN.