Sammy, el erizo especial


En una linda escuela en el bosque, vivía un erizo llamado Sammy. Sammy era un erizo amistoso y cariñoso, pero tenía un problema especial: sus espinas eran largas y afiladas. Un día, mientras jugaba con su amigo conejito, saltó de emoción y accidentalmente hirió al conejito con una de sus espinas. El conejito se puso triste y asustado, y aunque Sammy se disculpó y trató de ayudarlo, el daño ya estaba hecho. El incidente se esparció por toda la escuela y pronto, todos comenzaron a evitar a Sammy y a burlarse de él. Sammy se sintió muy solo y triste.

Un día, mientras Sammy estaba sentado bajo un árbol, llegó una jirafa llamada Gertrudis. Gertrudis era alta y elegante, y tenía un corazón bondadoso. Al ver a Sammy triste, se acercó y le preguntó qué le sucedía. Sammy le contó a Gertrudis toda la historia, y para su sorpresa, Gertrudis escuchó con amor y comprensión. Entonces, Gertrudis le dijo a Sammy: "Las espinas no te hacen menos especial, en realidad te hacen único. Tienes que enseñar a los demás lo maravilloso que eres, con espinas y todo".

Desde ese día, Sammy y Gertrudis se convirtieron en grandes amigos. Gertrudis ayudó a Sammy a descubrir que aunque sus espinas podían lastimar, también podían proteger y ser útiles. Sammy aprendió a usar sus espinas de manera positiva, protegiendo a sus amigos y ayudando en el bosque. Pronto, los demás animales notaron lo valiente y bondadoso que era Sammy, y comenzaron a verlo con otros ojos. Todos en la escuela aprendieron a valorar a Sammy por lo especial que era, espinas y todo, y dejaron de hacerle bullying. Sammy se sintió feliz y orgulloso de ser quien era, y siempre recordó las sabias palabras de su amiga Gertrudis.

Y así, Sammy comprendió que ser diferente no era algo malo, sino algo único y especial.

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