Samuel y la Gran Aventura Fuera del Jardín



Era una mañana soleada en el barrio de Samuel, un niño de siete años conocido por ser el más inquieto y curioso de su jardín. Siempre estaba lleno de energía y nunca podía quedarse quieto por mucho tiempo. Su mamá le decía que él tenía un corazón aventurero. Todo empezó un día, cuando Samuel, mirando por la valla de su jardín, vio algo brillante que chisporroteaba en la distancia.

"- ¿Qué será eso?" -se preguntó a sí mismo, sintiendo que era el momento perfecto para una aventura.

Así que, sin pensarlo dos veces, Samuel salió de su jardín y comenzó a caminar hacia aquél destello mágico. En su camino, se encontró con su amiga Lila, que estaba jugando con su cometa.

"- ¡Samuel! ¿Adónde vas?" -preguntó Lila, mientras su cometa danzaba en el aire.

"- ¡Voy a descubrir qué brilla allá lejos!" -respondió Samuel, entusiasmado.

"- ¡Yo quiero ir!" -exclamó Lila y, juntos, se dirigieron hacia la luz brillante. Mientras caminaban, se encontraron con muchos obstáculos: una pequeña charca, un matorral espinoso y un perro que los miraba con curiosidad. Pero no dejaron que nada los detuviera.

"- ¡Vamos a saltar la charca!" -dijo Samuel, llenándose de emoción.

"- ¡Yo puedo hacerlo!" -gritó Lila, con una sonrisa.

Salieron salpicando agua, riendo y disfrutando de la aventura. Al llegar al matorral, Samuel encontró un palo y, usando su creatividad, construyó una especie de camino para que Lila pudiera pasar sin pincharse.

"- ¡Sos un genio!" -dijo Lila, contenta.

Finalmente, después de varias aventuras y juegos, llegaron al lugar donde estaba el brillo. Para su sorpresa, ¡era una hermosa mariposa dorada!"- ¡Mirá qué linda!" -susurró Lila, asombrada.

La mariposa se posó sobre una flor, y ambos niños se quedaron mirándola fijamente. En ese momento, Samuel recordó las palabras de su mamá: "Siempre cuida de la naturaleza, pues ella es muy valiosa". Entonces, se inclinó y, en un susurro, le dijo a la mariposa:

"- Te prometo que siempre cuidaré de las cosas hermosas de la naturaleza."

Lila también se acercó y, tocando suavemente la flor, dijo:

"- ¡Gracias por ser tan hermosa!"

De repente, la mariposa extendió sus alas y voló en círculos alrededor de ellos antes de desaparecer en el cielo azul. Samuel y Lila sonrieron al comprender que la verdadera aventura no es solo descubrir cosas nuevas, sino también aprender a respetar y cuidar de ellas.

"- ¡Vamos a casa!" -dijo Samuel, sintiéndose feliz y satisfecho.

"- Sí, pero tenemos que contarle a los demás lo que vimos" -respondió Lila, entusiasmada.

Regresaron a su jardín, contando historias sobre la mariposa dorada y haciendo promesas de cuidar cada árbol, cada flor y cada pequeño ser que encontraran en su camino. Desde ese día, Samuel no solo fue el niño más inquieto, sino también el niño que más cuidaba de su jardín y de la naturaleza. Y así, el jardín se llenó de amigos, risas y, por supuesto, de muchas más aventuras.

Samuel entendió que salir de su jardín podía ser emocionante, pero volver siempre a casa para compartir sus experiencias era lo más valioso.

FIN.

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