Samuel y los guardianes de los derechos
Había una vez un niño llamado Samuel, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Samuel era curioso y siempre estaba buscando nuevas aventuras para embarcarse.
Un día, mientras exploraba el bosque cercano a su casa, Samuel encontró un viejo libro abandonado entre los árboles. Lo abrió con curiosidad y descubrió que se trataba de una guía sobre los derechos y deberes de los niños.
Samuel quedó sorprendido al leer sobre todos los derechos que tenía como niño: el derecho a la educación, a jugar, a ser protegido y escuchado. Pero también aprendió que tenía deberes, como respetar a los demás, ayudar en casa y cuidar del medio ambiente.
Animado por esta nueva información, Samuel decidió poner en práctica sus derechos y deberes para hacer del mundo un lugar mejor. El primer día, Samuel se dio cuenta de que muchos niños no tenían acceso a la educación. Entonces decidió compartir su conocimiento con ellos.
Se convirtió en tutor voluntario en la escuela local y enseñaba matemáticas y ciencias a otros niños después de clases. Un día, mientras daba clase bajo un árbol frondoso junto al río, vio cómo algunos niños arrojaban basura al agua.
Esto le recordó su deber de cuidar el medio ambiente. Sin pensarlo dos veces, organizó una campaña de limpieza con sus compañeros de clase para reagarrar la basura del río y concientizar sobre la importancia de mantenerlo limpio.
Mientras tanto, Samuel también comenzó a aplicar sus derechos dentro de su hogar. Comenzó a ayudar más en las tareas del hogar, como lavar los platos y barrer el piso.
También aprendió a escuchar a sus padres y respetar sus opiniones. Un día, mientras Samuel se encontraba en la plaza del pueblo jugando con otros niños, notó que había uno que siempre estaba solo. Se acercó a él y le preguntó si quería unirse al juego.
El niño aceptó tímidamente y Samuel descubrió que su nuevo amigo se llamaba Martín. Jugaron juntos durante horas y desde ese día, Martín ya no estaba solo.
Con el tiempo, las acciones de Samuel comenzaron a inspirar a otros niños de su pueblo. Pronto, todos empezaron a darse cuenta de que tenían derechos y deberes importantes para cumplir. Un día, llegó una noticia inesperada al pueblo: iban a construir una fábrica cerca del río.
Los adultos estaban preocupados por la contaminación que esto podría causar en el agua. Samuel decidió tomar acción y lideró una protesta pacífica junto con los demás niños del pueblo para proteger su derecho a un ambiente saludable.
Las noticias sobre la valentía de estos pequeños defensores de los derechos infantiles se extendieron rápidamente por todo el país.
La historia de Samuel llegó hasta las autoridades nacionales, quienes decidieron detener la construcción de la fábrica para proteger el derecho de los niños a vivir en un ambiente seguro. Samuel comprendió entonces que cada uno tiene un papel importante en hacer valer sus derechos y cumplir con sus deberes para lograr cambios positivos en el mundo.
Y así fue como Samuel descubrió que tenía derechos y también deberes que cumplir. Su valentía e iniciativa inspiraron a otros, y juntos lograron hacer del mundo un lugar mejor para todos los niños.
FIN.