Sandia Alexia y el Perrito Mágico



Era un día soleado en el pequeño pueblo de Juguetelandia. Un perrito llamado Rayo, con un pelaje brillante y suave como la seda, corría feliz por el parque. Un día, mientras jugaba, encontró una caja misteriosa que brillaba con colores vivos.

- ¿Qué será esto? - se preguntó Rayo, intrigado.

Al abrir la caja, un destello de luz lo envolvió, y en un instante, Rayo se convirtió en un perrito hada, con pequeñas alas brillantes y un gorro de estrellas.

- ¡Guau! ¡Soy un perrito hada! - exclamó Rayo mientras daba vueltas en el aire. - ¿Qué haré con mis nuevos poderes?

En ese momento, vio a una niña llamada Sandia Alexia llorando en una esquina del parque. Rayo decidió acercarse a ella.

- ¿Por qué llorás, pequeña? - preguntó Rayo mientras revoloteaba a su alrededor.

- No puedo encontrar a mi mejor amigo, el osito de peluche - respondió Sandia, entre sollozos.

- ¡No te preocupes! ¡Soy un perrito hada y puedo ayudarte! - dijo Rayo emocionado.

Con eso, Rayo agitó su varita mágica y un brillo encantador iluminó el aire.

- ¡Amigo Rayo, gracias! - gritó Sandia, secándose las lágrimas.

Entonces, Rayo utilizó su magia para mostrar imágenes en el aire, creando un mapa que indicaba dónde estaba el osito de peluche.

- Mirá, Sandia. Tu osito está en el árbol grande al final del parque. - dijo Rayo, guiándola con su varita.

- ¡Vamos, Rayo! - exclamó Sandia corriendo llena de entusiasmo.

Al llegar al árbol, encontraron al osito atrapado en una rama. Rayo usó su magia nuevamente, y unas suaves alas de luz lo ayudaron a más fácil a rescatarlo.

- ¡Lo logré! - gritó Sandia, abrazando a su osito. - ¡Gracias, Rayo! Sos un verdadero héroe.

Pero Rayo, el perrito hada, tenía un dilema. Miró a Sandia y notó que muchos niños en el parque tenían problemas: uno no podía encontrar su pelota, otro se había perdido y no podía regresar a casa.

- Sandia, creo que deberíamos usar mis poderes para ayudar a todos los demás. - sugirió Rayo, batallando con su decisión.

- ¡Sí, Rayo! ¡Vamos a ayudar a todos! - respondió Sandia, inspirada por la idea.

Así, Rayo y Sandia comenzaron a volar por el parque, usando la magia de él para resolver los problemas de todos los niños.

Rayo dijo:

- ¡Eh, amiguito! ¡Tu pelota está detrás de esos arbustos! - gritó, mientras iluminaba el lugar con su magia.

- ¡Gracias, Rayo! - dijo el niño.

Mientras ayudaba a cada niño, Rayo se sentía cada vez más feliz. Pero cuando parecía que todo iba bien, una nube oscura apareció de la nada en el cielo.

- ¿Qué es eso? - preguntó Sandia, mirando aterrorizada.

- Parece que es un trueno de tristeza - contestó Rayo, viendo cómo la nube se acercaba. - Debemos hacer algo antes de que cubra todo el parque.

Con su varita, Rayo intentó hacer que la nube se desvaneciera, pero no pudo. Era muy poderosa.

- Podría ser un trueno de tristeza, pero yo creo que podemos convertirlo en un arcoiris de felicidad - dijo Sandia con determinación.

- ¿Cómo? - preguntó Rayo, intrigado.

- ¡Hagamos que todos los niños hagan algo bueno! Si cada uno hace una acción amable, posiblemente la nube se disipe - propuso Sandia.

Y así lo hicieron. Invitaron a todos los niños del parque a hacer pequeñas acciones amables: compartir juguetes, ayudar a otros y agradecer por lo que tenían.

Poco a poco, la nube oscura comenzó a alejarse, y surgieron risas y sonrisas. La luz del sol brillaba nuevamente sobre Juguetelandia.

- ¡Lo hicimos! - gritó Rayo mientras volaba por el cielo.

- ¡Todo gracias a tu magia, Rayo! - respondió Sandia, feliz.

- No sólo a mi magia, sino a la bondad que llevamos en nuestros corazones - concluyó Rayo, conmovido por la experiencia.

Y desde ese día, Rayo se convirtió en el protector de la alegría en el parque, siempre ayudando a otros con su magia junto a Sandia Alexia, quien se había transformado en una verdadera maestra de la bondad.

Así, los niños aprendieron que la verdadera magia reside en ayudar a los demás y que juntos pueden hacer un mundo mejor.

FIN.

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