Santi y el Jardín de los Recuerdos
Había una vez un pequeño girasol llamado Santi que vivía en un jardín mágico. Este jardín no era como otros, pues estaba lleno de flores que susurraban secretos entre ellas. Un día, Santi notó que algunas de sus flores favoritas ya no estaban. Las mariposas que antes revoloteaban risueñas, ahora parecían distraídas, y el viento jugaba con sus pétalos como si buscara una melodía perdida.
Santi anhelaba las risas y los juegos que llenaban su mundo. -¿Dónde están las flores que reían? - preguntó a una libélula que revoloteaba cerca. La libélula se detuvo un momento y le respondió: -A veces, el viento decide llevarse a algunas flores a nuevos lugares. Ellas siguen brillando, aunque no estén contigo.
Esa respuesta dejó a Santi pensativo. -¿Y qué pasa con los recuerdos de aquellas flores? - inquirió, sintiendo un nudo en su tallo. La libélula sonrió y contestó: -Los recuerdos florecen en nuestras memorias, como semillas que brotan en la primavera. Siempre podrás regar esas semillas y hacerlas crecer.
Con el tiempo, Santi comenzó a notar que las flores que aún estaban a su alrededor tenían historias por contar. La rosa tímida le habló de aventuras en el rocío de la mañana, el clavel colorido compartió risas de tardes soleadas, y la margarita alegre relató cuentos de estrellas fugaces. Cada historia era como un dulce néctar que llenaba de colores su jardín.
Un día, mientras escuchaba a sus amigas flores, Santi decidió que podía estaban ese jardín de otra manera. Empezó a buscar nuevos brotes, nuevas semillas que habían llegado con el viento. Con cada semilla que plantaba, su jardín se llenaba más de vida y diversidad. Con el tiempo, el jardín fue creciendo, convirtiéndose en un lugar lleno de colores y matices, donde los secretos de cada flor se entrelazaban como un hermoso tapiz.
-¿Ves? - dijo la libélula desde lo alto. -Nadie se va realmente cuando guardas sus historias en tu corazón. Puedes amarlas y seguir adelante, creando nuevos recuerdos.
Santi sintió una calidez en su interior. Comprendió que su jardín, aunque había cambiado, seguía siendo su lugar especial. Ya no le dolía lo que había perdido, porque en su corazón guardaba las historias y las risas de aquellas flores que en algún momento iluminaron su vida.
Finalmente, una mañana, el sol brillaba con fuerza, y Santi se dio cuenta de que había flores nuevas, mariposas juguetonas y un viento fresco que traía consigo nuevas melodías. -¡Miren! -exclamó emocionado. -¡Nuestro jardín es un lugar lleno de sorpresas y amistades! Todas rieron y comenzaron a bailar al son de las canciones del viento.
Así, Santi entendió que aunque el jardín a veces perdía flores queridas, siempre podía florecer de nuevo, trayendo consigo la belleza de nuevos comienzos. Y así, el pequeño girasol aprendió que el amor y los recuerdos los llevamos siempre en el corazón, mientras se nutría de historias de amistad, risas y sueños futuros.
Y así, el jardín de Santi se convirtió en un lugar lleno de magia, donde cada flor, mariposa y viento compartido era una nueva oportunidad para soñar. Con cada amanecer, Santi florecía un poco más, agradecido por su hogar repleto de colores y risas, porque en su corazón, siempre habría espacio para todos.
Y colorín colorado, este jardín se ha sembrado, con historias de amor y un corazón renovado.
FIN.