Santi y el pueblo del cabello rojo


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Felicidad, un niño llamado Santi que era conocido por todos por su cabello rojo brillante y su sonrisa contagiosa.

A pesar de ser diferente al resto de sus compañeros, Santi siempre estaba lleno de alegría y energía positiva. Un día, mientras caminaba hacia el colegio, Santi se detuvo en el parque del pueblo para disfrutar del hermoso día soleado.

Mientras jugaba en los columpios, escuchó risas y voces provenientes de la esquina del parque. Se acercó curioso y vio a un grupo de niños burlándose de un niño nuevo que tenía lentes y usaba frenillos. Santi se entristeció al ver cómo trataban al niño nuevo y decidió intervenir.

Se acercó al grupo con una gran sonrisa en su rostro y dijo: "¡Hola! Soy Santi, ¿puedo jugar con ustedes?".

Los niños se sorprendieron al ver a alguien tan diferente acercarse a ellos con tanta amabilidad, pero aceptaron la propuesta. "¡Claro! ¿Cómo te llamas?", preguntó uno de los niños. "Me llamo Martín", respondió tímidamente el niño nuevo. Santi pasó toda la mañana jugando con Martín y los demás niños.

Les contó chistes, les enseñó trucos divertidos y compartió sus meriendas con ellos. Al final del día, todos se despidieron felices y agradecidos por haber conocido a Santi. Los días pasaron y Santi siguió siendo amigo de todos en el colegio.

Su actitud positiva e inclusiva había logrado unir a los niños más allá de sus diferencias. Martín ya no se sentía solo ni excluido gracias a la amistad sincera que había encontrado en Santi.

Un viernes por la tarde, el director del colegio anunció que estaban organizando un festival benéfico para recaudar fondos para ayudar a una escuela vecina que necesitaba materiales nuevos para sus clases. Todos los niños estaban emocionados por participar y colaborar con esta noble causa.

Santi propuso organizar un espectáculo de talentos donde cada niño pudiera mostrar sus habilidades especiales. Martín quería participar pero aún se sentía inseguro debido a las burlas que había recibido anteriormente.

Sin embargo, Santi lo animó diciéndole: "Martín, tú eres único y especial tal como eres. ¡Tienes mucho talento que compartir con todos!".

Finalmente, llegó el día del festival benéfico y todo el pueblo se reunió en el patio del colegio para disfrutar del espectáculo preparado por los niños. Martín subió al escenario nervioso pero decidido a mostrar su habilidad para tocar la guitarra clásica. Al principio hubo murmullos entre la audiencia debido a la sorpresa de verlo actuar tan bien.

Pero pronto esos murmullos se convirtieron en aplausos atronadores cuando Martín demostró su increíble talento musical ante todos. Al finalizar su presentación, Martín bajó del escenario entre lágrimas de emoción al sentirse aceptado y valorado por primera vez desde su llegada al pueblo.

Todos los presentes lo felicitaron efusivamente, especialmente Santi quien lo abrazó fuertemente diciéndole: "¡Eres increíble! ¡Gracias por compartir tu talento con nosotros!".

El festival fue todo un éxito gracias al espíritu solidario y amistoso que reinaba entre los niños gracias a la actitud positiva e inclusiva de Santi. Desde ese día en adelante, Villa Felicidad se convirtió en un lugar donde la diversidad era celebrada y donde cada persona era valorada por ser única e irrepetible.

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