Santi y sus dos casas



Santi era un niño alegre que vivía en un hermoso departamento con sus dos papás y dos perritos renombrados: Lucas y Lola. Era un lugar lleno de risas, juegos y abrazos. Pero un día, Santi se dio cuenta de que sus papás ya no hablaban como antes, como si algo les preocupase. Un día, mientras jugaba en el living, escuchó a su papá Martín murmurarle a su otro papá, Nico:

"No sé cómo decírselo..."

Santi frunció el ceño, intrigado. ¿Qué sería eso tan complicado? Al día siguiente, sus papás le dieron una sorpresa, lo llevaron a un parque.

"¿Te gustó el paseo, Santi?" le preguntó Nico con una sonrisa.

"¡Sí! Pero... ¿cuándo llegamos a casa?" respondió el niño, algo confundido.

Fue entonces cuando sus papás le explicaron que, a partir de ahora, vivirían en dos casas.

"Podrás disfrutar de momentos especiales en cada lugar", dijo Martín.

"Habrá días en los que estarás con uno de nosotros y otros en los que estarás con el otro. ¡Y siempre habrá amor para vos!"

Santi sintió un nudo en el estómago. Cambiar de casa no era lo que había imaginado. Sin embargo, también era un aventurero, y decidió darle una oportunidad a la situación.

El primer día que pasó en la casa de Nico, Santi descubrió un jardín increíble. Cuando llegó, se encontró con un colorido mural que su papá había pintado.

"¡Guau, papá! ¡Esto es genial!" exclamó Santi.

"Gracias, hijo. Cada vez que estés aquí, podrás aportar algo nuevo al mural. Será nuestro proyecto juntos", dijo Nico emocionado.

Santi le hizo una promesa: cada vez que estuviera en la casa de Nico, añadiría un nuevo color al mural. Disfrutó de cada momento, y los días pasaron volando.

Después de un par de días, llegó el momento de ir a la casa de Martín. Allí, el niño encontró a Lucas y Lola, sus perritos, que lo recibieron con saltos de alegría.

"¡Los extrañé!" dijo Santi, acariciando a sus mascotas.

"¡Nosotros también, Santi!" ladraron los perritos emocionados.

Martín le preparó una rica merienda y le enseñó a hacer tortas fritas. Mientras cocinaban, Santi miró a su papá

"¿Estarás triste porque no estamos siempre juntos?"

"No, hijo. Aunque no estemos en la misma casa, siempre llevamos nuestro amor en el corazón", contestó Martín, abrazando a Santi.

A medida que pasaban las semanas, cada vez que Santi cambiaba de casa, se daba cuenta de lo especial que era cada lugar. En la casa de Nico, iban juntos al parque y pintaban el mural; mientras que en la casa de Martín, hacían cocina y pasaban tiempo en el patio.

Un día, Santi tuvo una idea brillante.

"Papás, ¿y si hacemos una gran fiesta con todos nuestros amigos en el jardín?"

"¡Eso suena increíble!" dijo Nico.

"Podemos invitar a todos, nuestros amigos, y por supuesto, ¡los perritos!" agregó Martín.

Y así, Santi, Martín y Nico organizaron la mejor fiesta. Decoraron con globos y banderines, y prepararon bocadillos deliciosos.

El día de la fiesta, el jardín se llenó de risas. Los amigos bailaban mientras Lucas y Lola corrían felices entre los invitados.

"¡Santi, tu papá hace las mejores tortas fritas!" gritaba un amigo mientras disfrutaba de una.

"Y papá Nico pinta mejor que nadie en el mundo!" respondió Santi con una sonrisa.

Esa celebración se convirtió en una tradición. A Santi le encantaba compartir su tiempo especial en las dos casas, donde siempre había risas, amor y aventuras.

Con el tiempo, se dio cuenta de algo muy importante: aunque tuviera dos casas, tenía nada menos que dos familias llenas de amor. Los días de cambio de casa dejaron de ser algo raro y se convirtieron en una maravillosa aventura.

Y así, Santi, con sus dos papás y sus dos perritos, aprendió que el amor se multiplica y que siempre es bueno abrir el corazón a nuevas experiencias.

Santi sonrió, llenando su mundo de amor y color, sabiendo que siempre habría un lugar especial en cada casa, y que el amor de su familia era más grande que cualquier cosa.

FIN.

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