Santi y sus dos casas



Santi era un niño curioso y lleno de energía que vivía con su mamá, su papá y Lola, su perrita juguetona. Cada día, Santi se despertaba con la misma canción en su cabeza: 'Hoy será un día genial'. Sin embargo, un día, notó que sus papás ya no hablaban como antes.

Su mamá estaba más ocupada con el trabajo y su papá pasaba mucho tiempo en su taller. Santi se preguntaba qué estaba sucediendo. Un día, mientras jugaba con Lola en el parque, escuchó a sus papás hablar entre ellos:

"No quiero que Santi se sienta extraño..."

"Yo tampoco, pero necesitamos encontrar una solución."

Esa noche, sus papás lo llamaron a la sala.

"Santi, tenemos algo que contarte", comenzó su mamá con una voz suave. "A veces, los adultos tienen que tomar decisiones difíciles..."

"¿Va a haber una pelea?" preguntó Santi nervioso.

"No, no es eso", dijo su papá rápidamente. "Vamos a vivir en dos casas diferentes, pero eso no significa que dejaremos de ser una familia."

Santi se sintió confundido, pero trató de entender. Pronto, se mudó con su mamá a una casa pequeña y acogedora cerca del parque donde solía jugar. Su mamá le mostró su nueva habitación decorada con luces de colores.

"¡Mirá, Santi!", dijo su mamá entusiasmada. "Aquí podemos ser creativos juntos. Tienes un espacio para tus dibujos."

A la semana siguiente, se mudó a la casa de su papá. Era un lugar lleno de herramientas y un gran jardín donde podía correr y jugar con Lola.

"¡Santi, mira lo que hice!" exclamó su papá, mostrando un columpio que él mismo había construido. “Podemos jugar juntos aquí todos los fines de semana."

Al principio, Santi se sintió un poco raro, pero poco a poco comenzó a adaptarse. Un día, se sentó en su cama y lo pensó.

"Lola, ¿sabes qué? Tendremos dos casas, pero eso significa que tendremos el doble de diversión y amor. ¡Es genial!"

Santi pronto se dio cuenta de que en cada casa había momentos especiales. En la casa de su mamá, siempre horneaban tortas juntos, y en la casa de su papá, pasaban horas construyendo cosas y cuidando el jardín.

Un día, mientras estaban en la casa de su papá, decidieron hacer una fiesta. Santi invitó a sus amigos de la escuela y organizó juegos en el jardín. Todos se divirtieron mucho, y cuando llegó su mamá con la comida, todos aplaudieron.

"¿Sabes, Santi?" dijo su mamá mientras veía a todos jugar. "Tu papá y yo todavía estamos en la misma 'equipo', solo que ahora somos dos casas distintas."

"¡Sí! ¡Es como un equipo de fútbol!", exclamó Santi riendo. "Podemos jugar en dos canchas diferentes y seguir siendo el mismo equipo."

El tiempo pasó, y Santi se volvió más fuerte en la crianza compartida. Los fines de semana alternaban entre una casa y otra. Siempre había sorpresas, juegos y momentos para hacer proyectos divertidos juntos. Un día, decidieron hacer un álbum de fotos de sus momentos favoritos.

"Mirá esta de cuando fuimos a la playa", dijo su papá, sonriendo. "¿Te acordás de la guerra de agua?"

"¡Sí!", gritó Santi riendo. “¡Y de la vez que Lola se metió en el mar! ”

A medida que pasaba el tiempo, Santi se dio cuenta de que la vida en dos casas no era tan mala. Tenía más momentos joyas para recordar. Un domingo, mientras estaban todos juntos, sonrió y comentó:

"¿Saben qué? Me encanta tener dos casas."

"¿Y por qué?" preguntó su mamá, moviendo la cabeza sorprendida.

"¡Porque tengo el doble de amor!" dijo Santi, abrazando a sus papás y a Lola.

Y así, aunque su vida había cambiado, Santi encontró la manera de ver lo bueno en cada situación. Siempre recordaba las palabras de sus papás: que el amor no se divide, sino que se multiplica.

Y con su sonrisa radiante, Santi supo que siempre tendría un hogar lleno de amor, ¡en dos casas!

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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