Santiago Barba Azul y la Gran Cancha de Pelota
Era una soleada mañana en el pequeño pueblo de Valle Lúcido, donde siempre se escuchaba el sonido de pelotas rebotando en las canchas. Todos los niños del barrio estaban ansiosos por jugar al fútbol, pero había uno en particular que se destacaba: Santiago Barba Azul.
Santiago no tenía un aspecto convencional. Tenía una hermosa barba azul que se hacía notar a simple vista. A pesar de que algunos chicos lo miraban raro, a él no le importaba. Siempre llevaba una sonrisa en su rostro y un balón de fútbol bajo el brazo.
Un día, mientras caminaba hacia el parque, escuchó a dos niñitos conversando:
"Che, ¿viste a Santiago? ¡Qué raro es con su barba azul!" dijo Juanito, señalando a Santiago.
"Sí, pero juega muy bien. A veces siento que hace magia con la pelota" respondió su amigo, Lucas.
Santiago llegó al parque y, al unirse a ellos, le preguntó entusiasmado:
"¿Jugamos un partido? ¡Hoy tengo una jugada nueva que quiero mostrarles!"
Los chicos, aunque un poco reticentes por su apariencia, accedieron. Santiago se colocó el balón en los pies y comenzó a driblar con una rapidez sorprendente.
"¡Miren esto!" gritó Santiago mientras hacía un giro impresionante que dejó a todos atónitos. Fue así que los demás empezaron a aplaudir, y la diversión estalló en el aire.
Pero no todo era alegría en el parque. En la esquina, un grupo de niños, liderados por un chico llamado Tomás, estaba mirando con desprecio.
"No sé por qué todos juegan con ese rarito" susurró Tomás.
Santiago se dio cuenta de que lo estaban mirando y, en lugar de sentirse triste, decidió acercarse a ellos.
"¡Hola! ¿Quieren unirse al juego? Hacer dos equipos siempre es más divertido" dijo Santiago con confianza.
Tomás se cruzó de brazos y respondió:
"¿Por qué jugaríamos con un chico tan raro?"
Santiago, lejos de desanimarse, se acercó más y dijo:
"A veces, lo diferente puede ser lo que más nos divierte. Además, tengo una jugada que les va a encantar. Pero para eso, necesitamos que todos participemos."
Tomás, curioso, preguntó:
"¿Qué jugada?"
"Es una combinación de pases que se llama el 'Pase del Dragón'. Tiene que ver con movimientos rápidos y la colaboración de todos. ¡Si no lo intentan, nunca lo van a saber!" sonrió Santiago.
El grupo se miró entre sí, dudando un poco, pero finalmente Tomás accedió:
"Bueno, probemos. No tengo nada que perder".
Dicho esto, se unieron al juego. Santiago comenzó a enseñarles cómo realizar el Pase del Dragón. Al principio fue un poco torpe, pero con paciencia y risas, todos empezaron a entender la jugada.
De repente, en un momento del partido, el balón llegó a los pies de Santiago. Con una motivación increíble, gritó:
"¡Ahora! ¡Pase del Dragón!"
Corrió hacia el lado del campo, pasó rápidamente entre Tomás y Juanito, y llegó a Lucas, quien con un impresionante tiro, logró hacer un gol. Todos se pusieron a saltar y celebrar.
"¡Lo hicimos! ¡Fue increíble!" gritó Santiago, llenando el aire con su energía.
A partir de ese día, Santiago no solo se ganó el respeto de Tomás y los demás, sino que también enseñó una valiosa lección sobre la diversidad y la aceptación.
Cada tarde, el parque se llenaba de risas y juegos, donde Santiago, el chico de la barba azul, se convirtió en el héroe del fútbol. Y todos aprendieron que ser diferente es lo que nos hace especiales.
Y así, Valle Lúcido se convirtió en un lugar donde la amistad y el fútbol siempre jugaban juntos, gracias a la valentía de un niño con una barba azul que dejó su huella en el corazón de todos.
Desde aquel día, Santiago les enseñó que en el juego, como en la vida, siempre hay espacio para la diversidad y la inclusión. Todos los niños acordaron hacer del parque un lugar más amigable, donde cada uno pudiera ser quien es, sin importar lo que los demás pensaran. Y eso fue algo que jamás olvidarían.
FIN.