Santiago y el regalo de la amistad



Santiago era un niño alegre y curioso, pero su rostro reflejaba tristeza cuando se acercaba la hora de ir a la escuela. Sus compañeros lo miraban con desdén y le decían cosas hirientes que le dolían en el corazón.

Él solo quería tener amigos con quienes jugar y reír, pero parecía que nadie quería acercarse a él.

Un día, mientras caminaba por el parque después de clases, Santiago se sentó en un banco y dejó caer algunas lágrimas silenciosas. Fue entonces cuando escuchó una voz suave que le dijo:- ¿Por qué estás tan triste, pequeño? Santiago levantó la mirada y vio a un anciano sonriéndole desde el otro extremo del banco.

Sin dudarlo, le contó al anciano sobre los problemas que enfrentaba en la escuela. El anciano escuchó atentamente y luego dijo:- Santiago, recuerda siempre que eres especial tal como eres. No dejes que las palabras crueles de los demás te hieran.

Tú tienes mucho amor para dar y eso es lo más importante. Las palabras del anciano resonaron en el corazón de Santiago. Decidió no dejarse vencer por las burlas y enfrentar cada día con valentía.

A partir de ese momento, Santiago comenzó a mostrar su verdadera personalidad en la escuela. Se acercaba a sus compañeros con una sonrisa sincera, les ayudaba en las tareas difíciles y compartía sus juguetes sin esperar nada a cambio.

Poco a poco, los niños comenzaron a ver a Santiago con otros ojos. Descubrieron lo amable y generoso que era, olvidando las diferencias superficiales que antes los separaban.

Una tarde, durante el recreo, uno de los niños se acercó tímidamente a Santiago y le dijo:- Oye Santiago, ¿quieres jugar al fútbol con nosotros? Santiago no podía creerlo. ¡Por fin había encontrado amigos de verdad! Emocionado, aceptó la invitación y corrió hacia el campo listo para divertirse.

Desde ese día en adelante, Santiago ya no temió ir a la escuela. Sabía que tenía amigos auténticos que lo aceptaban tal como era.

Y aunque su mamá María seguía luchando para conseguir las medicinas que necesitaba para su tratamiento contra la leucemia, ahora tenía algo aún más valioso: amistad genuina y apoyo incondicional.

Y así fue como Santiago aprendió una gran lección: nunca debemos juzgar a alguien por su apariencia o circunstancias; lo importante es abrir nuestro corazón para descubrir la belleza única que cada persona lleva dentro.

FIN.

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