Santiago y su Perrita Mariposita



Era un día soleado en el barrio de Villa Esperanza. Santiago, un niño de diez años, salió a jugar al parque con su fiel compañera, Mariposita, una perrita pequeña y juguetona que siempre corría y saltaba como si tuviera alas. Santiago y Mariposita eran inseparables. Juntos exploraban cada rincón del parque, buscando tesoros escondidos, como hojas de colores o piedras brillantes.

Un día, mientras jugaban a la pelota, Santiago se dio cuenta de que Mariposita se estaba comportando de manera extraña. Estaba olfateando con curiosidad unos arbustos al borde del parque.

- “¿Qué te pasa, Mariposita? ¿Encontraste algo interesante? ” - preguntó Santiago, intrigado.

Mariposita continuó husmeando hasta que, de repente, salió corriendo entre los arbustos. Santiago, preocupado, la siguió.

- “¡Mariposita! ¡Espera! ” - gritó Santiago mientras trataba de alcanzarla.

La perrita lo llevó a un pequeño claro que nunca había visto antes. Había flores de todos los colores y mariposas revoloteando por el lugar, como si estuvieran bailando al son de la brisa. Pero lo más sorprendente era un viejo árbol grande en el centro del claro.

- “¡Guau, qué bonito lugar! ” - exclamó Santiago.

- “¿Sabías que este árbol puede ser muy especial? Dicen que en él se pueden hacer deseos, pero solo si uno es muy sincero.” - susurró una voz suave que provenía del árbol.

Santiago se frotó los ojos, incrédulo. ¿Un árbol que habla?

- “¿Es que realmente puedes hablar? ” - preguntó Santiago, con un brillo de asombro en sus ojos.

- “Sí, niño. He escuchado los deseos de muchos, pero son pocos los que los cumplen realmente.” - respondió el árbol con voz melódica.

- “¿Qué deseas tú? ”

Santiago pensó un momento. Deseaba tantas cosas: tener el mejor juguete del mundo, ser el más rápido en el fútbol... Pero el último deseo que pasó por su mente era algo más profundo.

- “Deseo que todos los niños en mi barrio tengan un lugar donde jugar y se sientan felices, como yo en este parque. Todos merecen tener amigos y sonrisas.”

Las hojas del árbol comenzaron a susurrar entre sí, como si estuvieran conversando.

- “Ese es un deseo hermoso, Santiago. Pero cumplirlo requerirá un esfuerzo de tu parte.

- “¿Cómo puedo ayudar? ” - preguntó el niño con entusiasmo.

- “Podrías comenzar organizando actividades en el parque. Invita a otros niños, crea juegos y comparte tu alegría.”

Santiago se sintió emocionado. ¡Era una gran idea!

- “¡Mariposita, tenemos trabajo por hacer! ” - le dijo a su perrita, y esta movió la cola, como si entendiera perfectamente el plan.

En los días siguientes, Santiago comenzó a hablar con otros niños del barrio. Les contó sobre su deseo y la idea del árbol. Al principio, algunos estaban dudosos.

- “Pero, ¿qué podemos hacer nosotros? Solo somos niños.” - dijo Martina, una amiga de Santiago.

- “Podemos unirnos y hacer algo divertido juntos, ¡es sólo por un día! ” - insistió Santiago.

- “Si todos colaboramos, será más fácil, ¡y seguramente nos vamos a divertir! ”

Finalmente, los niños decidieron organizar un día de juegos en el parque. Prepararon una serie de actividades: una búsqueda del tesoro, carreras de sacos y una tarde de cuenta cuentos. Santiago y Mariposita estaban emocionados con todo lo que estaba por venir.

El día del evento, el parque se llenó de risas y alegría. Los niños corrían, jugaban y compartían historias bajo el gran árbol que había sido testigo de todo.

- “Mirá, ¡Mariposita! ¡Me parece que hasta un montón de chicos nuevos están jugando con nosotros! ” - dijo Santiago, mientras su perrita salía en busca de nuevas amistades.

Al caer la tarde, Santiago miró a su alrededor y sintió una felicidad inmensa.

- “Este era el deseo que quería que se hiciera realidad, ¡y lo logramos juntos! ” - dijo emocionado.

- “Mantén la alegría siempre en tu corazón, Santiago. La verdadera felicidad radica en compartir y ayudar a los demás.” - dijo el árbol, con una sonrisa en su voz.

Desde entonces, el claro del árbol se convirtió en el lugar favorito de todos los niños de Villa Esperanza. Santiago y Mariposita organizaron actividades cada mes, y su pequeño deseo se convirtió en una hermosa tradición.

Santiago aprendió que la verdadera magia no venía de un árbol que hablaba, sino del poder de la amistad, la colaboración y la alegría compartida. Y así, con Mariposita siempre a su lado, seguían creando momentos inolvidables en su pequeño rincón del mundo.

FIN.

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