Santiby y Bosco en la casa del campo


Había una vez en la bulliciosa ciudad de Buenos Aires dos hermanos llamados Santiby y Bosco.

Vivían en un departamento pequeño junto a sus padres, pero siempre soñaban con ir a la casa del campo que tenían sus abuelos en las afueras de la ciudad. Santiby, el mayor, era un niño curioso y aventurero. Le encantaba explorar y descubrir cosas nuevas. Por otro lado, Bosco era un niño soñador y amante de los animales.

Pasaba horas observando a las aves volar por el cielo azul y siempre se preguntaba cómo se sentiría poder volar como ellas.

Un día, mientras jugaban en el parque cerca de su casa, Santiby y Bosco vieron pasar un globo aerostático por encima de sus cabezas. Los ojos de Bosco se iluminaron de emoción al ver aquella maravilla flotante en el aire. "¡Qué increíble sería poder volar como ese globo, Santiby!" exclamó Bosco emocionado.

Santiby sonrió ante la ocurrencia de su hermano menor y le dijo: "¿Sabes qué, Bosco? A veces los sueños pueden hacerse realidad si trabajamos duro para alcanzarlos".

Desde ese día, los dos hermanos comenzaron a planear cómo podrían llegar a vivir en la casa del campo de sus abuelos. Decidieron ahorrar cada peso que recibían como mesada y buscaron maneras creativas para ganar dinero extra haciendo tareas para los vecinos.

Con esfuerzo y dedicación, lograron juntar lo suficiente para comprar pasajes de tren hasta la casa del campo de sus abuelos. Cuando llegaron allí, fue como entrar en un mundo mágico lleno de árboles frondosos, animales curiosos y aire puro que les llenaba los pulmones.

Bosco estaba extasiado con tantas posibilidades que ofrecía aquel lugar. Corrió hacia el granero donde encontró pollitos recién nacidos piando entre sí. Se agachó con cuidado para no asustarlos y extendió su mano hacia ellos.

Uno saltó sobre su palma e inmediatamente sintió una conexión especial con aquel animalito vulnerable. "¡Mira Santiby! ¡Este pollito confió en mí! Creo que me gustaría ser veterinario cuando sea grande", expresó Bosco con alegría.

Santiby observaba orgulloso a su hermano menor descubriendo su pasión por los animales y le dijo: "Nunca subestimes el poder de tus sueños, Bosco. Si quieres volar alto como las aves o ayudar a estos animalitos indefensos, trabaja duro por ello y verás cómo todo es posible".

Los días en la casa del campo pasaron volando entre risas, juegos al aire libre e historias contadas alrededor del fogón por las noches estrelladas.

Santiby y Bosco aprendieron el valor del trabajo duro, la importancia de seguir sus sueños y la belleza de conectarse con la naturaleza. Y aunque nunca pudieron volar físicamente como las aves que tanto admiraban, descubrieron que podían elevarse alto en espíritu cuando seguían aquello que les apasionaba realmente.

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