Santino, Benjamín y el Mono Espacial
Era un día soleado cuando Santino, un niño curioso de ocho años, y su hermano Benjamín, un soñador de diez años, decidieron construir una nave espacial. Reunieron cajas de cartón, tuberías de plástico y todo lo que encontraron en el patio. Con un poco de imaginación y muchas ganas, lograron crear la "Nave Exploradora 3000".
"¡Listo, Benjamín! ¡Es hora de despegar!", exclamó Santino con emoción.
"Abróchate el cinturón, capitán!", respondió Benjamín.
Con un movimiento de su mano, hicieron como si el motor de la nave rugiera. "¡Despegando en 3... 2... 1...! ¡Aventura espacial!" - gritaron al unísono.
Para su sorpresa, la nave realmente comenzó a moverse.
La habitación se transformó en un vasto universo lleno de estrellas brillantes. Estaban en el espacio.
"Mirá esas estrellas, Santino. ¡Parecen diamantes!", dijo Benjamín maravillado.
De repente, un sonido extraño resonó en la nave. Santino se asomó por una ventanilla y su rostro se iluminó.
"¡Mirá! ¡Hay otra nave!", gritó entusiasmado.
Volaron hacia la nave desconocida, que era colorida, llena de luces brillantes y curiosos símbolos. Cuando se acercaron, vieron que tenía una escotilla abierta.
"¿Deberíamos entrar?", preguntó Benjamín, un poco dudoso.
"¡Claro! ¡Puede ser una gran aventura!", respondió Santino con su típico entusiasmo.
Con mucho cuidado, los hermanos se aventuraron a entrar en la otra nave. Allí, se encontraron con un mono muy simpático.
"¡Hola, amigos! Soy Max, el mono explorador. Bienvenidos a mi nave. ¿Quieren jugar?", dijo el mono felizmente, mientras balanceaba su cola.
Santino y Benjamín se miraron, sorprendidos pero emocionados.
"Sí, claro! ¿Qué juegos tenés?", preguntó Benjamín.
Max sonrió ampliamente y llevó a los chicos a un área de juegos llena de juguetes espaciales. Jugaron a atrapar estrellas, saltaron en trampolines de gravedad cero y construyeron torres de bloques galácticos.
"¡Esto es genial!", decía Santino mientras reía.
Después de un rato, Max se detuvo y les dijo:
"Chicos, tengo algo importante que contarles. Todos los días, vengo a explorar nuevos planetas y aprender cosas nuevas. Pero la mejor parte de mis aventuras es compartirlas con amigos como ustedes. ¿Saben por qué? Porque siempre se aprende más cuando se trabaja en equipo."
Los hermanos escucharon atentamente. Santino preguntó:
"¿Y por qué no nos contaste de tus aventuras antes?"
Max sonrió con picardía.
"Porque no sabía si encontraría amigos en el espacio. ¡Pero ahora sé que siempre es mejor combatir la soledad con compañía!".
Con el tiempo, Max les mostró un mapa estelar.
"El universo es gigante y hay muchos planetas por explorar. ¿Quieren unirse a mí en una próxima aventura?"
"¡Sí!", exclamaron los hermanos al unísono.
Cuando llegó el momento de despedirse, Max les regaló un pequeño telescopio.
"Esto les ayudará a ver las estrellas desde la Tierra. ¡Nunca dejen de explorar y de soñar!"
Cada uno de ellos partió de la nave a sus diferentes mundos. Santino y Benjamín regresaron felices a su hogar repletos de ideas y proyectos sobre cómo se vería su próximo viaje, pero esta vez, querían compartirlo con Max.
Desde entonces, cada noche, los hermanos miraban las estrellas a través de su nuevo telescopio, pensando en lo que sería su próxima aventura y cómo podrían ayudar a otros a explorar también.
"Vamos a invitar a Max a visitarnos en la Tierra para contarle a todos sobre el espacio", sugirió Benjamín.
"¡Sí! ¡Sería genial tenerlo como amigo de verdad!", agregó Santino.
Así fue como Santino y Benjamín aprendieron que el juego, la curiosidad y el compañerismo son los mejores ingredientes para cualquier aventura, ya sea en el espacio o en su propio barrio. Y desde esa vez, cada noche que miraban las estrellas, sus ojos se llenaban de sueños y ganas de explorar juntos un universo lleno de posibilidades.
FIN.