Santino y el Jardín de los Colores
Era una mañana radiante y cálida cuando Santino, un niño de 5 años, se despertó con una mezcla de emoción y un poquito de nerviosismo. Hoy era un día especial, porque empezaba su primer día en el jardín de infantes. Santino tenía ojos brillantes, llenos de curiosidad, mientras se preparaba para la aventura que le esperaba.
En casa, su mamá le había preparado un desayuno delicioso. – "¿Estás listito para tu primer día, Santino?" – le preguntó, mientras servía un plato de pancakes. – "Sí, pero... ¿habrá muchos niños?" – respondió Santino, inquieto.
– "Sí, pero no te preocupes. Ellos también están emocionados por conocerte. Además, ¡harás nuevos amigos!" – le aseguró su mamá, acariciándole la cabeza con cariño.
Santino se puso su mochila, que tenía un dibujo de su animales favoritos, los dinosaurios, y partió hacia el jardín. Cuando llegó, vio un gran edificio con muchas ventanas. Los sonidos de los niños riendo y jugando llegaban desde dentro.
Al entrar, se dio cuenta de que había muchos niños en el salón. Cada uno estaba haciendo una actividad diferente. Santino sintió un vuelco en su estómago. ¿Qué pasaría si no sabía cómo jugar con ellos?
Un niño con una camiseta roja se acercó. – "Hola, yo soy Lucas. ¿Quieres dibujar conmigo?" – preguntó, sonriendo. Santino miró los colores brillantes en la mesa y asintió con timidez.
Mientras dibujaban, Lucas le contó sobre un dinosaurio que le gustaba mucho. – "¿Te gustan los dinosaurios?" – le preguntó. Santino sonrió y respondió: – "Sí, el Tiranosaurio Rex es mi favorito. Lo dibujé aquí, mira!" – y mostró su dibujo lleno de colores.
Después de un rato, una maestra con una sonrisa cálida se acercó. – "Hola chicos, ¿qué están haciendo?" – preguntó. – "Estamos dibujando dinosaurios!" – contestó Lucas emocionado. La maestra sonrió y dijo: – "¡Qué bien! Santino, ¿quieres contarme más sobre tu dinosaurio?"
Santino dudó un instante, pero luego, con entusiasmo, empezó a hablarle sobre el Tiranosaurio Rex, su tamaño, su color y lo fuerte que era. La maestra lo escuchaba atentamente, lo que hizo que Santino se sintiera especial.
De repente, un ruido fuerte interrumpió la charla. Un grupo de niños se habían caído y estaban empezando a llorar. Santino se asustó y se tapó los oídos con las manos.
– "Tranquilo, Santino," – le dijo Lucas. – "No pasa nada. Vamos a ver qué pasó."
Juntos se acercaron y Santino vio que todos los niños estaban tratando de ayudar. A pesar de su nerviosismo, decidió acercarse.
– "¿Estás bien?" – le preguntó a una nena que lloraba. Ella lo miró. – "Me duele la rodilla."
– "Yo tengo un dibujo de un dinosaurio, te lo puedo mostrar y te va a hacer sentir mejor," – le ofreció Santino.
La nena paró de llorar y sonrió un poco. Santino se sintió feliz al ver que podía ayudar a alguien usando lo que más le gustaba hacer: dibujar.
Luego de varios juegos y actividades, llegó la hora de comer. Los niños se sentaron en una mesa larga. Santino, un poco nervioso, empezó a ver lo que cada uno había traído.
– "¿Me podés dar un poquito de tu sándwich?" – le preguntó Lucas, quien tenía un sándwich de jamón.
Santino se quedó pensando, pero luego decidió compartirlo.
– "Sí, y yo te doy un poco de mi manzana." – contestó, sintiéndose muy bien consigo mismo.
Al final del día, Santino salió del jardín con una gran sonrisa, sintiendo que había compartido y aprendido mucho. Cuando llegó a casa, su mamá le preguntó: – "¿Cómo estuvo tu primer día?"
– "¡Fue increíble! Hice un amigo y dibujamos dinosaurios!" – respondió con entusiasmo.
– "¡Qué bueno, Santino! Estoy muy orgullosa de vos," – dijo su mamá, abrazándolo fuerte.
Santino supo que el jardín de infantes podía ser un lugar lleno de colores y nuevas amistades. Con el tiempo, entendió que aunque a veces las cosas podían asustarlo, siempre podía encontrar la forma de disfrutar y conectar con los demás a través de sus pasiones. Y así, su aventura en el jardín de infantes apenas comenzaba.
FIN.