Santy y el Concurso de Plastilina



Un soleado día de primavera, en un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía un niño llamado Santy. Santy era conocido por ser muy guapo y respetuoso, pero lo que realmente lo hacía especial era su increíble habilidad para hacer manualidades con plastilina. Desde que era muy pequeño, descubrí que podía crear figuras maravillosas: animales, personas, incluso lugares fantásticos. Su imaginación no tenía límites.

Un día, su maestra, la señorita Clara, anunció un concurso de manualidades en la escuela, que se iba a llevar a cabo en una semana. Santy estaba emocionado. "¡Voy a hacer la mejor figura de plastilina que hayan visto nunca!", pensó.

Esa tarde, se sentó en su mesa de trabajo en su habitación y, con un montón de plastilina de todos los colores, comenzó a moldear. Decidió que haría un dragón mágico con alas brillantes. Trabajó durante horas, dando forma a cada escama y cada ala con mucho cuidado.

Mientras tanto, sus amigos, Julián y Sofía, también estaban entusiasmados con el concurso. "Voy a hacer un castillo encantado" dijo Julián. "Y yo una sirena en el fondo del mar" agregó Sofía. A todos les encantaba el arte, pero cada uno tenía su propio estilo. Sin embargo, había un niño en la clase, Mateo, que siempre se burlaba de los demás porque no era muy bueno haciendo manualidades. "No se les da, ¡deberían dejarlo!", decía Mateo.

Santy, siendo respetuoso y comprensivo, decidió acercarse a él. "Mateo, ¿por qué no pruebas a hacer algo que te guste? Quizás una figura de un auto o un dinosaurio. Todos tenemos algo especial para compartir", le dijo con una sonrisa.

Mateo frunció el ceño y contestó, "Pero seguro que no me va a salir bien, Santy". Santy lo miró con confianza. "Si te ayuda, yo puedo mostrarte algunos trucos. Hacer las cosas es cuestión de practicar y divertirse".

Después de pensarlo un momento, Mateo se atrajo a la idea. - “Bueno, está bien. ¿Podrías ayudarme con un dinosaurio? ”

Sansy dedicó tiempo cada día después de la escuela a enseñarle a Mateo las técnicas básicas para trabajar la plastilina. Le mostró cómo hacer las patas del dinosaurio y cómo darle color y textura a su figura. Al ver lo feliz que se sentía Mateo al crear su dinosaurio, Santy se sintió aún más alegre.

El día del concurso llegó, y todos estaban nerviosos y emocionados. Los padres y otros estudiantes asistieron para ver las creaciones. Santy presentó su impresionante dragón, Julián su castillo encantado, y Sofía su hermosa sirena. Cuando llegó el turno de Mateo, fue la gran sorpresa: a pesar de que nunca había hecho manualidades antes, presentó su dinosaurio, que era colorido y divertido.

Cuando la maestra Clara comenzó a evaluar las creaciones, todos temían lo que podía pasar. Pero lo increíble fue que, al final, ella eligió a los tres ganadores: Santy, Julián y Mateo. "Hoy he aprendido que lo más importante no es ganar, sino disfrutar el proceso de crear y ayudar a otros a hacerlo también", dijo la maestra.

Los tres niños se abrazaron y sonrieron al darse cuenta de que habían compartido no solo una competición, sino un momento especial. Mateo, que antes se sentía inseguro, habían descubierto que podía crear hermosas figuras y se sintió parte del grupo, por eso rió y celebró junto a sus nuevos amigos.

Mientras volvían a casa, Santy les dijo a sus amigos: "La verdadera magia está cuando compartimos y ayudamos a otros, eso es lo que hace que esta actividad sea tan especial". Y así comenzó una nueva amistad entre ellos, que prometió seguir creando y disfrutando juntos en el futuro, siempre sin olvidar lo más importante: la inspiración que se puede dar y recibir.

Y así, la creatividad de Santy, asociada a su respeto hacia los demás, enseña que todos tienen un talento especial para compartir, y que a veces, la mejor forma de crecer es hacerlo juntos.

FIN.

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