Sapito en el Cuerpo de Niño



Froggy vivía en un estanque rodeado de nenúfares y juncos, donde pasaba sus días saltando de hoja en hoja y croando alegremente.

Siempre observaba a los niños que venían al estanque a jugar, construir castillos de arena y correr por la orilla. Froggy se sentía un poco triste porque él también quería disfrutar de esas actividades divertidas. Un día, mientras estaba contemplando con envidia a los niños jugando, vio salir del espeso pantano a la bruja del lugar.

La bruja era una anciana amable pero misteriosa que conocía todos los secretos del bosque y el estanque. Se acercó a Froggy con una sonrisa en su rostro arrugado y le tendió un collar brillante.

"-¡Hola, pequeño sapo! Veo que anhelas ser como esos niños que tanto admiras", dijo la bruja con voz suave. Froggy asintió emocionado, sin poder creer que alguien pudiera entender sus deseos más profundos. "-Este collar mágico puede hacer tu sueño realidad.

Colócaselo a uno de los niños que juegan allí y podrás vivir su vida por un tiempo", explicó la bruja antes de desaparecer entre las sombras del pantano.

Intrigado por la propuesta de la bruja, Froggy decidió buscar al niño perfecto para compartir su vida por un día. Observó atentamente a los pequeños corretear por la arena hasta que encontró al elegido: un niño rubio con ojos brillantes y una sonrisa contagiosa.

Sin dudarlo, Froggy se acercó sigilosamente al niño dormido bajo la sombra de un árbol y colocó el collar alrededor de su cuello. En ese instante, todo comenzó a girar rápidamente ante sus ojos verdes...

Cuando el niño despertó, se sorprendió al verse transformado en un sapito verde con patitas palmadas. Al principio sintió miedo e incertidumbre, pero pronto descubrió lo emocionante que podía ser explorar el mundo desde una perspectiva diferente.

Durante todo el día, Froggy (ahora dentro del cuerpo del niño) jugó sin parar: construyó castillos de arena, corrió tras mariposas coloridas y chapoteó en el agua fresca del estanque. Experimentar la vida desde otro punto de vista le enseñó valiosas lecciones sobre empatía, comprensión y gratitud.

Al caer la noche, el hechizo llegaba a su fin y Froggy volvía a ser solo un sapito observador desde las aguas tranquilas del estanque. El niño volvió a despertar junto al árbol, sin recordar nada pero con una sensación cálida en su corazón.

Desde ese día, Froggy aprendió que no necesitaba cambiar quien era para ser feliz; cada criatura tiene su propio lugar especial en el mundo y debe apreciarlo tal como es.

Y así continuaron las aventuras del simpático sapito junto a sus amigos humanos en aquel hermoso rincón natural lleno de magia e inspiración.

FIN.

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