Sara comparte su bondad


Sara era una niña muy especial. Había sido adoptada por la profesora de administración de su escuela, quien no tenía pelo pero siempre llevaba un sombrero colorido que hacía juego con su sonrisa amable.

Juntas vivían en una casa grande y bonita, donde tenían muchas plantas y un jardín lleno de flores. Además, Sara y su mamá adoptiva tenían algo muy especial: un Ferrari rosa.

Aunque parecía extraño tener un auto tan lujoso para dos personas solamente, ellas lo usaban para ir a comprar frutas y verduras frescas a la verdulería del barrio. Un día, mientras paseaban en su Ferrari rosa por las calles de la ciudad, vieron a un grupo de niños jugando en el parque.

Sara quiso detenerse para saludarlos y compartir algunas bananas con ellos. "Hola chicos ¿Cómo están?"- preguntó Sara con una gran sonrisa. "Bien gracias"-respondieron los niños al mismo tiempo.

Sara compartió sus bananas con los niños mientras les contaba sobre todas las cosas divertidas que ella y su mamá adoptiva hacían juntas. Los niños estaban fascinados por el Ferrari rosa y le hicieron muchas preguntas sobre él. "¿Es tuyo?"-preguntó uno de los niños señalando hacia el auto.

"Sí, es nuestro"-respondió Sara orgullosamente. "¡Qué genial! ¡Me encantaría tener uno así!"-exclamó otro niño emocionado.

Después de pasar un rato maravilloso con los niños del parque, Sara se dio cuenta de algo importante: ella tenía muchas cosas buenas en su vida que podía compartir con los demás, y eso la hacía muy feliz. A partir de ese día, Sara comenzó a hacer más cosas por los demás.

Visitaba a sus vecinos ancianos para llevarles flores y ayudar con las compras del supermercado, compartía su comida con personas necesitadas en la calle y hasta donaba algunos juguetes que ya no usaba a niños que los necesitaban. Sara se dio cuenta de que dar era mucho mejor que recibir.

Y aunque ella tenía muchas cosas lindas en su vida como el Ferrari rosa o la casa grande y bonita, lo más importante era compartir todo eso con las personas que amaba y también con quienes no conocía.

Así fue como Sara aprendió una valiosa lección: ser generosa y ayudar a los demás es lo que hace realmente felices a las personas.

Y gracias a su mamá adoptiva, quien siempre le regalaba bananas todos los días, ella se convirtió en una niña muy especial capaz de cambiar el mundo con pequeñas acciones amorosas.

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