Sara y el Bosque Mágico
Era un día soleado y cálido, perfecto para una aventura. Sara, una niña de ocho años con una gran curiosidad, decidió explorar el bosque que estaba al lado de su casa. Con su mochila llena de bocadillos y ganas de descubrir, se adentró entre los árboles altos y frondosos.
"¿Qué secretos guardará este bosque?" - se preguntó Sara mientras caminaba alegremente, sin prestar atención a la dirección que tomaba.
Después de un rato, se dio cuenta de que ya no reconocía el camino de regreso.
"¡Oh, no! Me he perdido" - exclamó, un poco asustada.
Mientras comenzaba a sentir pánico, un pequeño conejo blanco apareció ante ella.
"¡Hola! No te preocupes, ¿estás bien?" - preguntó el conejo.
"No, me he perdido y no sé cómo volver a casa" - dijo Sara con lágrimas en los ojos.
El conejo se acercó y le dijo:
"Soy Tobías, y puedo ayudarte. Sigamos el sendero de flores amarillas, siempre hay algo bonito al final de los caminos así".
Sara, aliviada, siguió a Tobías mientras las flores amarillas la guiaban. Sin embargo, pronto llegó a un cruce donde los senderos se dividían.
"¿Cuál camino tomamos, Tobías?" - preguntó Sara un poco preocupada.
"Wait!" - dijo Tobías, levantando una de sus patas. De repente, una tortuga con un caparazón de colores brillantes apareció despacio.
"Yo puedo ayudar" - dijo la tortuga con voz pausada.
"Soy Tito, el guardián de este bosque. He escuchado que estás perdida."
Sara sonrió.
"Sí, por favor, ¿puedes ayudarme?"
Tito movió lentamente su cabeza hacia el camino de la izquierda.
"Este sendero te llevará más cerca de tu casa. Pero deberás cruzar el río."
"¿Río?" - dijo Sara. "¿Es muy peligroso?"
"No, solo un poco... Yo me encargaré de la situación. Confía en mí" - respondió el tortuga.
Sara y Tobías siguieron a Tito, que con mucha calma llegó hasta el río. Allí había un tronco grande que actuaba como puente.
"¿Puedo cruzar por ese tronco?" - preguntó Sara, un poco insegura.
"Claro, solo debes mantener el equilibrio y concentrarte en el otro lado" - aconsejó Tito.
Sara inspiró hondo y dio un paso. Al principio se tambaleó, pero recordó lo que Tito había dicho. Con paciencia, logró cruzar el tronco y llegó al otro lado con una gran sonrisa.
"¡Lo logré!" - exclamó emocionada.
Su alegría, sin embargo, fue breve, ya que se encontraron con un gran zorro de pelaje anaranjado.
"¡Alto ahí!" - dijo el zorro, mirándolos con picardía. "¿Qué hacen en mi territorio?"
Tobías se acercó con valentía.
"Estamos ayudando a Sara a volver a casa. No queremos conflictos, solo pasar".
El zorro sonrió, si bien tenía un aire juguetón.
"Si quieren pasar, deberán responder a mi acertijo."
Sara asintió, dispuesta a intentarlo.
"Está bien, ¿cuál es el acertijo?" - preguntó Sara.
"Soy ligero como una pluma, pero el hombre más fuerte no puede sostenerme por mucho tiempo. ¿Qué soy?"
Sara pensó un momento, recordando lo que había aprendido en la escuela.
"¡El aliento!" - gritó emocionada.
El zorro, sorprendido, sonrió y dejó pasar a Sara.
"Eres muy astuta, ¡pueden seguir!"
Continuaron su camino. Finalmente, después de muchas aventuras y de encuentros con otros animales que los ayudaron, llegaron a un claro donde Sara pudo ver su casa a lo lejos.
"¡Miren! Ahí está mi casa!" - saltó de alegría.
"Eres una niña muy valiente, Sara, y una gran amiga" - dijo Tobías mientras le daba un abrazo.
"Gracias por ayudarme a volver a casa".
"Recuerda, siempre que te pierdas, la curiosidad y la valentía te llevarán de vuelta a casa, no dudes nunca en pedir ayuda" - agregó Tito con una sonrisa sabias.
Sara se despidió de ellos y corrió hacia su casa. Al llegar, su madre la abrazó con fuerza, aliviada de verla de vuelta.
"¿Dónde te has metido, pequeña?" - preguntó su mamá.
"En el bosque mágico, donde los animales me ayudaron a volver". - respondió Sara, sonriendo.
Desde ese día, Sara siempre respetó la naturaleza y sus habitantes. Y recordó la importancia de la amistad y de pedir ayuda cuando lo necesitaba.
FIN.