Sara y el Misterio del Número 13
En un hermoso y tranquilo lago de la Patagonia, vivía una elegante garza llamada Sara. Su pluma era blanca como la nieve y su pico largo y delgado, perfecto para pescar. Pero había algo muy especial en Sara: su número favorito era el 13. Ella creía que el 13 era un número mágico que traía buenas vibras.
Un día, mientras Sara pescaba al amanecer, notó que sus amigos, las otras aves del lago, estaban hablando en murmullos. Ella se acercó volando con curiosidad.
"¿Qué pasa, chicos?" - preguntó Sara, con su voz suave.
"Hemos decidido volar juntos para encontrar el lugar perfecto para anidar este año, pero nadie quiere ir al viejo árbol del lago, porque dicen que trae mala suerte" - contestó un pato llamado Pedro.
"¿Mala suerte?" - se sorprendió Sara. "Yo creo que el 13 es un número genial. El árbol podría ser nuestro mejor refugio si lo intentamos".
Los demás pájaros se rieron y le dijeron:
"No, Sara. No podemos arriesgarnos. El 13 está asociado con cosas malas".
Sara no se dio por vencida. Decidió hacer su propia investigación. Así que, al día siguiente, se dirigió al viejo árbol. Al llegar, se dio cuenta de que el árbol estaba más vivo de lo que pensaba. Vio muchas flores hermosas y escuchó el canto de otras aves que lo adornaban.
Mientras exploraba, una pequeña tortuga llamada Tino se acercó a ella.
"Hola, Sara. ¿Por qué estás aquí?" - le preguntó con curiosidad.
"Vine a ver si el viejo árbol es realmente un lugar de mala suerte" - respondió Sara.
"Eso es solo un mito. He vivido aquí toda mi vida y siempre me ha traído suerte. A veces, lo que parece es solo una idea en la cabeza de los demás" - dijo Tino con seriedad.
Sara pensó en las palabras de Tino y decidió regresar al lago. Al llegar, fue recibida por los demás pájaros que estaban todavía decidiendo a dónde ir.
"Chicos, el viejo árbol está lleno de vida y belleza. No podemos dejar que el número 13 nos asuste. Es hora de hacer lo que nos hace felices, no lo que creen los demás" - exclamó con entusiasmo.
Al principio, los otros pájaros la miraron con duda. Pero, después de escucharla hablar tan apasionadamente, comenzaron a recordar sus propias experiencias felices en el pasado. Finalmente, Pedro decidió hablar:
"Bueno, un poco de aventura no nos haría daño. Yo también tengo una historia buena con el 13, ¡es el día de mi cumpleaños!".
Y así, después de un momento de reflexión, los pájaros decidieron darle una oportunidad al viejo árbol. Cuando llegaron, se sorprendieron al ver cuán acogedor resultó ser. Con el tiempo, el refugio se convirtió en el lugar ideal para anidar, lleno de risas y cantos, y lo más importante, el número 13 parecía traerles suerte en sus aventuras.
Un día, mientras estaban todos juntos, un fuerte viento sopló y el árbol comenzó a mecerse. Los pájaros sintieron miedo y dieron un paso atrás, pero Sara, recordando su amor por el número 13, gritó:
"¡No! ¡El 13 es nuestro número! Juntos podemos!". Entonces, uniendo sus alas, formaron una línea y se mantuvieron firmes, apoyándose unos a otros.
Con valentía, lograron sostenerse en su refugio y cuando el viento pasó, todos vitorearon emocionados. Desde ese día, el 13 ya no fue un número de mala suerte, sino un símbolo de unión y valentía.
Así fue como Sara demostró que los prejuicios son solo sombras que se desvanecen con la luz de la confianza y la amistad. Sara se convirtió en la garza más admirada del lago, y siempre que alguien hablaba del 13, lo hacía con una sonrisa y una historia que contar. Cada vez que alguien le preguntaba por qué su número favorito era el 13, ella respondía con cariño:
"Porque en la unión y en la valentía, hay siempre magia, y eso es lo que hace especial a cada número".
FIN.