Sara y la Aventura Dulce de Halloween
Era la noche de Halloween y las calles estaban llenas de criaturas fantásticas y niños disfrazados. Sara, una niña de su barrio, estaba emocionada porque era su primer año saliendo a pedir dulces sola. Se vistió de mariposa, con alas de colores y una varita mágica, y salió con su calabaza vacía en busca de muchos dulces.
"¡Feliz Halloween!" - gritaba Sara mientras corría de puerta en puerta.
¡Qué dulces maravillosos! Chocorrols, caramelos de menta, gomitas y hasta un par de chocolatines. Pero mientras seguía su camino, comenzó a alejarse más de casa.
"Tengo que encontrar más caramelos," - pensaba Sara olvidando la dirección de su hogar.
Cuando miró alrededor, se dio cuenta que no conocía la calle en la que estaba. Las luces de las casas ya no eran familiares y la noche comenzaba a hacerse oscura.
"Oh, no. ¿Dónde estoy?" - dijo con un hilo de voz mientras miraba a su alrededor.
De repente, escuchó un ruido detrás de unos arbustos. Curiosa, se acercó y encontró a un pequeño gato negro. Tenía unos ojos brillantes y parecía perdido también.
"Hola, pequeño amigo. ¿Te perdiste también?" - le dijo Sara acariciando al gato que ronroneó en respuesta.
Los dos decidieron que deberían encontrar el camino de regreso. "Vamos, Gato, ¡juntos podemos encontrarlo!" - dijo Sara con determinación. Al empezar a caminar, se dio cuenta de que la oscuridad ya le parecía menos aterradora porque ahora tenía compañía.
Mientras caminaban, se encontraron con una niña que también estaba disfrazada. Tenía una capa roja y una cesta llena de dulces.
"Hey, ¿estás perdida?" - preguntó la niña al ver la expresión preocupada en el rostro de Sara.
"Sí, me alejé por los dulces y ahora no sé cómo volver a casa."
"No te preocupes, yo también soy nueva en el barrio. Podemos buscar juntas. Además, tengo tantas golosinas, puedo compartir un poco contigo."
Sara sonrió, le encantaba la idea de compartir dulces. Agradeció a la niña de la capa roja y juntas empezaron a caminar.
Pasaron por calles iluminadas, jugaron a ver quién podía contar más calaveras decorativas y, en un momento de diversión, olvidaron completamente que estaban perdidas. Pero al mirar el reloj de la muñeca de Sara, se dieron cuenta que debían apresurarse.
"Vamos, Gato, no podemos quedarnos aquí. ¡Tengo que regresar a casa antes de que me busquen!" - dijo Sara mientras el gato la seguía saltando.
De repente, un viento frío sopló y Sara sintió un escalofrío. "¿Qué hacemos ahora?" - le preguntó a la niña de la capa roja.
"Tal vez debamos preguntar a alguien. Hay una casa iluminada allá. Vamos."
Se acercaron a la puerta de la casa y tocaron. La señora que abrió tenía un sombrero de bruja y sonrió al verlas.
"¡Feliz Halloween, pequeñas! ¿Qué las trae por aquí?"
"Estamos perdidas y necesitamos volver a casa," - dijo Sara con un tono de preocupación.
"¿Como? No se preocupen, yo las puedo ayudar. Son muy valientes por salir solas. Aquí tienen, unas golosinas para el camino," - les ofreció la mujer.
Sara y la niña de la capa roja aceptaron agradecidas y luego preguntaron si conocía cómo regresar a sus casas.
"Claro que sí. Si cruzan la calle y giran a la derecha en el árbol de la calabaza, estarán en el camino correcto. Ahora que tienen su provisión de dulces, ¡vayan y diviértanse!" - dijo la mujer.
Las dos niñas sonrieron aliviadas y se despidieron de la amable señora.
Mientras cruzaban la calle, Sara se sintió feliz. No solo había encontrado dulces, sino también nuevos amigos y había aprendido que a veces hay que ayudar a otros en situaciones similares.
Finalmente llegaron a la casa de Sara, y ella la miró a los ojos a la niña de la capa roja.
"Gracias por ayudarme a no sentirme sola en esto. ¿Nos volveremos a ver?"
"¡Por supuesto! Por cada Halloween, seremos compañeras de aventuras. ¡Hasta el año que viene!" - respondió la niña y desapareció en la oscuridad.
Sara entró a su casa, llena de dulces pero también de una linda historia para contar. Desde esa noche supo que aunque a veces la vida podría quitarla del camino, siempre había una lección en cada aventura, ya sea dulce o un tanto amargo. Y nunca, nunca estaba sola, siempre había alguien dispuesto a ayudar.
"¡Feliz Halloween!" - gritó emocionada, dejando su calabaza llena de dulces bien visible ante el amor de su familia, quien la había estado buscando.
FIN.