Sara y los Guardianes de la Luz
En un rincón mágico de un mundo lleno de colores y criaturas fantásticas, vivía una valiente niña llamada Sara. Sara tenía una discapacidad visual, pero eso nunca la detuvo. Ella sabía que tenía un corazón enorme y una valentía que brillaba aún en la oscuridad.
Un día, su pueblo se sumió en una profunda oscuridad. Las estrellas dejaron de brillar y el sol se escondió tras una nube negra. Los habitantes estaban asustados, y Sara decidió que era hora de actuar.
"No puedo dejar que mi pueblo viva así", dijo con determinación.
Empezó su aventura en busca de la luz que había desaparecido. Mientras caminaba, con su bastón guiando su paso y su oreja atenta a cada sonido, se encontró con un búho sabio llamado Óscar.
"Hola, pequeña guerrera", le dijo Óscar, batiendo suavemente sus alas. "Te he estado esperando. Sé que necesitas ayuda para encontrar la luz."
Sara sonrió, sintiendo que la energía de Óscar iluminaba el aire.
"Sí, por favor, ayúdame. ¿Sabés dónde encontrarla?"
"La luz está protegida por dos desafíos: el río susurrante y el bosque de los ecos", explicó Óscar. "Pero no te preocupes, te acompañaré en tu camino."
Juntos, continuaron su travesía y pronto llegaron al río susurrante, donde las aguas tenían un melodioso canto. Allí conocieron a una alegre sirena llamada Lila.
"¡Hola, valiente Sara!" exclamó Lila. "He oído de tu misión. Si lográs cruzar el río, te ayudaré a encontrar la luz. Pero primero, debés resolver un acertijo. ¿Estás lista?"
Sara asintió, su corazón latiendo con emoción.
"El acertijo es: ¿Qué es algo que se comparte, se regala y se siente, pero no se ve?"
Sara reflexionó un momento. Sabía que a veces lo invisible es lo más poderoso.
"Es el amor", respondió segura.
"¡Correcto!" gritó Lila, haciendo saltar burbujas. "Ahora puedes cruzar el río."
Sara se sintió orgullosa. Con la ayuda de Óscar y Lila, atravesó el río y llegó al bosque de los ecos. Allí, los árboles susurraban secretos y resonaban las palabras. Era un lugar misterioso.
De repente, una sombra apareció entre los árboles. Era un dragón de colores vibrantes, pero no tenía aspecto de ser peligroso.
"¿Quién desafía mi hogar?" preguntó el dragón.
"Soy Sara, y busco la luz para mi pueblo", dijo con valentía.
El dragón la miró en silencio, y luego sonrió.
"Para encontrar la luz, debes demostrar tu valentía. ¿Te atreves a enfrentar tu mayor miedo?"
Sara pensó en lo que más temía. Era la idea de no poder ver, de no poder ver el mundo que tanto le gustaba.
"Sí, lo haré", afirmó con fuerza.
El dragón hizo un gesto, y de repente la oscuridad envolvió todo. Pero Sara se mantuvo de pie, cerrando los ojos y escuchando. Sintió que su corazón guiaba sus pasos.
"Estoy aquí, solo tengo que confiar en mi corazón", murmuró.
De pronto, un brillo comenzó a emergir del suelo, lleno de luces y colores que solo ella podía sentir. La luz creció y se expandió, arrastrando la oscuridad con ella.
"¡Has encontrado la luz!" gritó El dragón, maravillado. "Eres más valiente de lo que crees."
"Gracias, amigo", dijo Sara, sintiendo el calor de la luz.
Con la luz en sus manos y sus nuevos amigos, regresaron al pueblo. La oscuridad se disipó y todos en el pueblo se sorprendieron y celebraron.
"¡Sara lo hizo!" gritó un niño.
Sara sonrió con orgullo.
"Lo hice con ayuda de mis amigos", dijo, poniendo una mano sobre el hombro de Óscar y Lila.
Desde ese día, Sara aprendió que no importa cuán oscuro sea el mundo, siempre hay luz en los corazones de quienes se atreven a luchar por lo que es bueno y justo. Y así, su pueblo vivió feliz, iluminado por la valentía y amor de una guerrera ciega que no conocía sus límites.
FIN.