Sara y su primer día de colegio
Era una mañana radiante cuando Sara se despertó llena de emoción. Hoy era su primer día de colegio y aunque estaba un poco nerviosa, se sentía lista para la aventura. Después de un desayuno delicioso, Sara se metió en su silla de ruedas y su mamá la llevó hasta la entrada del colegio.
"¡Mirá, ahí está el colegio!" - dijo su mamá.
Sara miró a su alrededor con una mezcla de timidez y curiosidad. Había niños jugando, otros hablando en grupos y muchos sonrientes. Cuando entraron, se encontraron con la maestra, la señorita Luisa, que les dio la bienvenida.
"¡Hola, Sara! ¡Qué bueno verte! Estás a punto de comenzar un gran viaje" - dijo la maestra con una gran sonrisa.
Sara sonrió de vuelta, sintiéndose un poco más relajada. Todos los chicos estaban sentados en un círculo y escuchando a la señorita Luisa contar una historia. Al acercarse, algunos niños la miraron intrigados.
"¿Por qué está en silla de ruedas?" - murmuró uno de ellos.
Eso hizo que Sara se sintiera un poco más insegura. La maestra, notando la situación, intervino con dulzura.
"Sara tiene una silla de ruedas porque así se desplaza, pero eso no le impide ser una excelente amiga y compañera de juegos" - dijo la señora Luisa.
La maestra les propuso un juego para compartir. Los niños se dividirían en equipos, y el grupo que hiciera el mejor dibujo del aula ganaría un premio. Sara se unió a un grupo de tres niños, Tomás, Ana y Lucas, y comenzó a trabajar en su dibujo.
"¿Cómo te llamás?" - preguntó Ana.
"Soy Sara, y me encanta dibujar" - respondió, sintiéndose un poco más cómoda.
Los niños comenzaron a charlar y a integrar a Sara en la conversación, lo que la hizo sentir parte de la actividad. Mientras dibujaban, Lucas tuvo una idea brillante.
"Deberíamos hacer un mural gigante en la pared del aula con todos nuestros dibujos juntos" - sugirió.
"¡Esa es una gran idea!" - exclamó Tomás.
Así que, juntos, empezaron a planear cómo harían el mural. Sara se sintió emocionada al escuchar que sus ideas eran valoradas, pero a la vez, un pequeño miedo se apoderó de ella.
"No sé si podré ayudar... mi silla no me deja moverme tan rápido como ustedes" - confió al grupo.
Lucas la miró con determinación.
"Sara, ¡podemos trabajar juntos! Puedes dibujar las cosas más coloridas y luego nosotros las ponemos en la pared. Así todos podrán ver tus fantásticos dibujos".
Sara sonrió, entendiendo que su silla no sería un impedimento, sino que su talento podría brillar igual que el de los demás.
Durante el recreo, las cosas tomaron un giro inesperado. Algunos niños comenzaron a jugar a la pelota, y en un momento, la pelota se fue rodando hacia donde estaba Sara.
"¡Sara, pásala!" - gritaron algunos.
Sara miró de reojo a sus compañeros, sintiendo que podía dejar de lado sus inseguridades.
"¿Puedo jugar desde aquí?" - preguntó, con algo de duda.
"¡Claro! ¡Pásala con la rueda!" - comentó Tomás.
Y así, Sara se convirtió en parte del juego, usando su silla de ruedas para hacer rodar la pelota. La risa y la diversión pronto llenaron el aire.
Al final del día, la señorita Luisa llamó a todos a reunir sus dibujos.
"Chicos, ¡hoy hicimos un gran trabajo en equipo! Y estoy muy orgullosa de cada uno de ustedes" - dijo, sonriendo.
Sara sentía su corazón lleno de alegría. Mientras miraba a su alrededor, se dio cuenta de que había hecho nuevos amigos, y eso le dio una sensación de pertenencia.
"Gracias por dejarme ser parte del grupo" - dijo, dirigiéndose a sus compañeros.
"¡Siempre, Sara!" - respondieron todos a coro.
Cuando llegó la hora de irse, su mamá la esperó en la puerta.
"¿Cómo te fue, cariño?" - preguntó su mamá, llena de curiosidad.
"Fue genial, mami. Hice nuevos amigos y vamos a hacer un mural juntos. No siento que mi silla me detenga" - respondió Sara, con una gran sonrisa.
"Estoy tan orgullosa de vos, Sara. ¡Hoy fue solo el comienzo!" - le dijo su mamá, abrazándola.
Así, Sara volvió a casa con el corazón lleno de alegría y una emoción renovada por las posibilidades que la vida le podía ofrecer. Había demostrado que con creatividad, amistad y un poco de valentía, podía superar cualquier obstáculo. El colegio era un lugar donde no solo aprendería, sino también compartiría su luz con todos los que la rodeaban.
FIN.