Sarai y el Poder de Ser Ella Misma
En un tranquilo barrio de Buenos Aires, vivía una adolescente llamada Sarai. Desde pequeña, Sarai había sido una chica alegre, siempre llena de energía, pero había un pequeño problema: le importaba demasiado lo que pensaban los demás.
Cada mañana, al levantarse, su primer pensamiento era cómo se vería ante los ojos de sus amigos y compañeros de clase.
"¿Me quedará bien esta ropa?", solía preguntarse, mirándose al espejo.
Un día, mientras se preparaba para ir al colegio, su mejor amiga Sofía la visitó.
"Sarai, ¿qué te pasa? Te veo un poco rara hoy. ¿Ya elegiste qué ponerte?" -
"No sé, Sofía. Quiero que a todos les guste mi look", respondió Sarai, dudando entre una blusa y una camiseta.
Sofía la miró con una sonrisa.
"Deberías ponerte lo que a vos te guste más. Al final del día, lo que importa es que te sientas cómoda". -
Sarai se encogió de hombros, pero sabía que Sofía tenía razón. Sin embargo, el temor a lo que pudieran pensar los demás aún nublaba su mente.
Ese mismo día, en el colegio, había una gran competencia de talentos. Todos sus compañeros estaban emocionados por mostrar sus habilidades. Sarai siempre había querido cantar, pero la idea de subirse al escenario la llenaba de miedo.
"¿Qué tal si lo hacemos juntas?", le dijo Sofía.
"No sé, ¿y si a nadie le gusta?" - respondió Sarai, sintiendo que la ansiedad la invadía.
Sofía miró a Sarai con determinación.
"Escuchar lo que piensan los demás no te hará feliz. Si realmente amás cantar, hacelo por vos. ¡No por ellos!" -
Sarai se quedó en silencio, pensativa. ¿Era posible hacer algo solo porque a ella le gustaba?
Después de deliberarlo un poco, decidió inscribirse. Hasta el día de la competencia, su mente estaba llena de dudas. Cada vez que alguien decía algo negativo sobre ella o la actuación, su corazón se hundía un poco más.
Una tarde, mientras practicaban, Sofía la sorprendió con una idea.
"Vamos a hacer un ritual de confianza. Compartamos lo que nos gusta de nosotras mismas". - propuso.
Sarai dudó, pero finalmente accedió. Se sentaron y empezaron a decirse cosas que les gustaban de sí mismas.
"A mí me gusta mi voz, me gusta cómo me esfuerzo por ser una buena amiga..." - compartió Sofía.
Después de varios minutos, fue el turno de Sarai.
"A mí... me gusta ser creativa y pensar en nuevas canciones". - dijo, sintiéndose un poco más fuerte.
El día de la competencia llegó, y mientras se preparaban, Sarai sintió mariposas en el estómago. Pero cuando vio a sus compañeros apoyando y disfrutando, algo hizo clic en su interior.
Cuando llegó su turno, subió al escenario y miró a la multitud. En lugar de pensar en lo que dirían, enfocó su energía en el amor por la música. Comenzó a cantar con todas sus fuerzas y, sorprendentemente, comenzó a disfrutar de su actuación.
La canción terminó y el público la ovacionó. Sarai se sintió llena de alegría; por fin había superado su miedo y actuado por sí misma.
Después de la competencia, se acercó a Sofía emocionada.
"No puedo creerlo, lo hice!" -
"¡Lo sabía! ¡Estabas increíble!" - respondió Sofía, dándole un abrazo.
Desde ese día, Sarai empezó a amarse más a sí misma. Aprendió que lo que los demás piensen es solo eso: lo que piensan. Lo más importante era cómo se veía a sí misma.
Con el tiempo, Sarai encontró confianza en su estilo, su voz y su personalidad. Se dio cuenta de que, cuando ella se amaba, todos a su alrededor podían sentirlo. Y así, con su nueva actitud, Sarai comenzó a resplandecer, convirtiéndose en inspiración para sus compañeros.
Y así fue como Sarai, la niña que le importaba tanto lo que decían los demás, descubrió el poder de ser ella misma, siempre y cuando se quisiese a sí misma primero.
FIN.