Sardinas al viento


Había una vez en la hermosa ciudad de Murcia, un grupo de amigos llamados Martín, Valentina y Lucas. Ellos eran muy curiosos y siempre estaban buscando nuevas aventuras para vivir.

Un día, mientras paseaban por las calles de Murcia, escucharon hablar sobre el famoso pasacalles que se celebraba desde 1980.

Todos los años, al finalizar las fiestas de carnaval, se llevaba a cabo un desfile en el cual se quemaba una enorme sardina como símbolo del fin del invierno y el comienzo de la primavera. Martín, Valentina y Lucas quedaron fascinados con esta tradición tan peculiar y decidieron investigar más sobre ella.

Se acercaron a un señor mayor que estaba sentado en un banco en la plaza principal y le preguntaron:- Disculpe señor, ¿por qué queman una sardina en el pasacalles? El señor les sonrió amablemente y les contó la historia detrás de esta tradición.

Hace muchos años atrás, cuando no existían los supermercados ni las neveras para conservar los alimentos frescos durante mucho tiempo, era necesario buscar formas de preservar los alimentos antes de que se echaran a perder. En Murcia solían pescar muchas sardinas durante el invierno.

Como no había forma de conservarlas frescas hasta la llegada de la primavera, decidieron cocinarlas todas juntas antes de que se echaran a perder. Así nació la idea del pasacalles con una enorme sardina que luego sería quemada.

Martín, Valentina y Lucas quedaron maravillados con esta historia y decidieron unirse al pasacalles para vivir esta experiencia única. Se pusieron manos a la obra y comenzaron a construir una sardina gigante hecha de papel maché.

Los días pasaban rápidamente y llegó el tan esperado día del desfile. Los amigos se encontraron con otros niños de la ciudad que también habían construido sus propias sardinas. Todos estaban emocionados por participar en esta tradición tan especial. El desfile comenzó con música, bailes y risas.

Las calles de Murcia se llenaron de colores y alegría mientras las sardinas gigantes eran llevadas en hombros por los participantes. Pero, justo cuando estaban cerca del lugar donde se quemaría la sardina, ocurrió algo inesperado.

Un fuerte viento sopló y derribó todas las sardinas al suelo, haciéndolas pedazos. Martín, Valentina y Lucas quedaron muy tristes al ver cómo todo su esfuerzo se había arruinado en un instante. Pero no se dieron por vencidos.

Decidieron improvisar una nueva forma de celebrar el fin del invierno sin necesidad de quemar una sardina. - ¡Chicos, podemos hacer malabares con antorchas! - exclamó Martín emocionado. - Y yo puedo tocar música con mi tambor - agregó Valentina entusiasmada.

- ¡Eso es genial! - dijo Lucas sonriendo-. Podemos crear nuestra propia tradición sin necesidad de quemar una sardina. Así fue como Martín, Valentina y Lucas sorprendieron a todos los presentes con su increíble show de malabares y música.

La gente aplaudió y se divirtió tanto que olvidaron por completo la sardina. Desde ese día, el pasacalles de Murcia cambió para siempre.

Ahora, en lugar de quemar una sardina, todos los años se realiza un espectáculo lleno de magia y talento protagonizado por los niños del pueblo. Martín, Valentina y Lucas aprendieron que a veces las cosas no salen como uno espera, pero eso no significa que debamos rendirnos.

Siempre hay una forma creativa de encontrar soluciones y seguir adelante. Y así fue como estos tres amigos lograron convertir una pequeña decepción en un gran éxito, demostrando que con imaginación y perseverancia todo es posible.

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