Sarita y el Columpio Valiente



Había una vez una niña llamada Sarita que tenía una gran pasión: ir al parque todos los días después de que su abuelita la recogía del colegio. Cada vez que llegaban, Sarita corría hacia los columpios con una sonrisa radiante. Su abuelita siempre la miraba con cariño y le decía:

"Ten cuidado, Sarita, ¡no te vayas a lastimar!"

"¡Sí, abuelita!" respondía Sarita emocionada, sin escuchar bien el consejo.

Un día soleado, Sarita estaba más animada que nunca. Sus amigos también llegaron al parque y comenzaron a jugar juntos. Ella, sin prestar atención, se subió al columpio más alto, desafiando a todas las demás niñas.

"¡Miren! ¡Soy una artista del columpio!" exclamó Sarita, mientras se balanceaba cada vez más alto.

Pero en su emoción, comenzó a hacer trucos que nunca había practicado. La abuelita, viéndola desde lejos, se preocupó y gritó:

"¡Sarita, cuidado!"

No obstante, Sarita siguió ignorando las advertencias. En un momento, intentó lanzarse del columpio en pleno vuelo. Pero, en lugar de aterrizar suavemente, perdió el equilibrio y cayó al suelo con un fuerte estruendo.

Al ver esto, su abuelita salió corriendo hacia ella, con el corazón en la garganta.

"¡Ay, Sarita! ¿Estás bien?" preguntó, mientras se arrodillaba junto a su nieta, que lloraba desconsoladamente.

"Me duele mucho la pierna, abuelita..." dijo Sarita entre sollozos.

Su abuelita, muy asustada, buscó ayuda rápidamente. Unos niños que estaban cerca corrieron hacia ellos y también llamaron a una señora que pasaba.

"¡Se necesita ayuda!" gritó uno de los pequeños.

La señora que escuchó se acercó de inmediato. Era enfermera y sabía cómo calmar a los niños en esos momentos.

"Hola, pequeña. ¿Te duele bastante? Vamos a hacer que te sientas más cómoda. ¿Sabés qué? La abuelita está aquí y todo va a estar bien", le dijo la enfermera.

Mientras la abuelita le acariciaba el cabello, Sarita se dio cuenta de que no estaba sola, y eso la hizo sentir un poco mejor.

"¿Qué pasó?" preguntó la enfermera luego de examinarla.

"Fui muy terca y no hice caso..." respondió Sarita con lágrimas en los ojos.

"A veces, aprender una lección puede ser doloroso. Pero también es una oportunidad para ser más cuidadosa la próxima vez. ¿No es así, abuelita?".

La abuelita asintió, con una sonrisa que alentó a Sarita.

"Así es, mi amor. Todos cometemos errores y lo importante es aprender de ellos."

Con la ayuda de la enfermera y luego de descansar un rato en el parque, Sarita se sintió un poco mejor. La enfermera le sugirió que hiciera algunos ejercicios suaves para ayudar a su pierna a recuperarse.

"¿Prometés ser más cuidadosa desde ahora?" preguntó la enfermera.

"¡Sí! Prometo escuchar más a la abuelita y no hacer trucos peligrosos" respondió Sarita, ahora con determinación.

Finalmente, tras un rato, la enfermera se despidió y la abuelita llevó a Sarita a casa. Aunque un poco golpeada, Sarita se sintió agradecida por el cuidado recibido.

Con el tiempo, Sarita aprendió la importancia de ser cautelosa y de escuchar a los mayores. Volvió al parque, pero esta vez se divertía sin arriesgarse tanto. Se convirtió en una gran defensora de la seguridad entre sus amigos.

"Chicos, hay que tener cuidado en los columpios y no hacer trucos peligrosos", les decía con una sonrisa.

Y así, Sarita se convirtió en la niña más sabia del parque, compartiendo su historia y enseñando a los demás que a veces hay que aprender las lecciones de la forma más dura, pero siempre hay una oportunidad para mejorar y cuidar de uno mismo.

Y cada vez que se balanceaba ahora, lo hacía con cuidado y precaución, recordándole a todos que la diversión no tiene que implicar riesgo.

Y así, Sarita aprendió a ser feliz, pero también a ser responsable.

Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.

FIN.

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