Sasha, el hermano mayor



Había una vez en un pequeño pueblo a las afueras de Buenos Aires, un niño llamado Sasha. Sasha estaba muy emocionado porque pronto iba a tener una hermanita.

Sin embargo, a medida que pasaban los días, comenzó a sentirse triste y preocupado. Una tarde, mientras jugaba en el patio de su casa, su abuela se acercó y notó la carita triste de Sasha. "¿Qué te pasa, mi amor?", preguntó la abuela con ternura.

-Abuela -dijo Sasha con voz apagada-, estoy triste porque cuando llegue mi hermanita no voy a poder jugar con ella. Además, mamá y papá van a estar ocupados cuidándola y no me prestarán atención.

La abuela sonrió y acarició la cabecita de Sasha. "No te preocupes, querido", dijo con calma. "Tener una hermanita será maravilloso, aunque sea chica al principio". Sasha levantó la mirada hacia su abuela, intrigado por sus palabras.

La abuela continuó: "Las hermanitas son como flores delicadas que necesitan mucho cuidado al principio. Pero también crecen rápido y pronto podrás jugar y compartir momentos especiales juntos". Sasha reflexionó sobre las palabras de su abuela y poco a poco comenzó a sentirse más tranquilo.

Los días pasaron hasta que finalmente llegó el esperado día en que la hermanita de Sasha nació. Al verla por primera vez en brazos de su mamá, sintió un amor inmenso e indescriptible.

Con el tiempo, la pequeña creció y se convirtió en una niña curiosa e inquieta. Sasha descubrió que podía enseñarle muchas cosas interesantes y divertidas. Jugaron juntos, rieron juntos y compartieron momentos inolvidables.

Un día, mientras estaban jugando en el jardín, la pequeña miró a su hermano mayor con admiración y dijo: "¡Sasha, eres el mejor hermano del mundo!". Estas palabras llenaron el corazón de Sasha de alegría y orgullo.

Se dio cuenta de que tener una hermana pequeña no solo era maravilloso sino también especial. Desde ese día en adelante, Sasha supo que siempre habría espacio para él en el corazón de sus padres y que la llegada de su hermana había traído aún más amor a su familia.

Y así fue como Sasha aprendió que ser un buen hermano mayor implicaba amor incondicional, paciencia y mucha diversión; ingredientes esenciales para construir recuerdos felices que perdurarían toda la vida.

FIN.

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