Sayen, Amaia y el Gran Desafío de la Obediencia
Era un día soleado en la ciudad, y Sayen y Amaia, dos hermanas muy traviesas, estaban en su casa, tratando de resistir la tentación de hacer lo que querían. Su mamá, una mujer amable y cariñosa, les había pedido que ayudaran en la casa. Pero las hermanas tenían planes más divertidos en mente.
-Debemos jugar en el parque, Amaia. ¡Es un día hermoso! -dijo Sayen, sonriente.
-Sí, pero mamá nos pidió que limpiáramos nuestros cuartos... -respondió Amaia con un tono de duda.
-Pero siempre lo hacemos. Solo un ratito en el parque y luego volvemos -insistió Sayen, convenciendo a su hermana.
Así que, desobedeciendo a su mamá, las hermanas se escaparon al parque, dejando atrás la tarea. Mientras jugaban en los columpios y se deslizaban por el tobogán, se olvidaron completamente de su responsabilidad.
Al regresar a casa, la mamá las estaba esperando con los brazos cruzados y una expresión seria en su rostro.
-¿Dónde estuvieron? -preguntó, con una voz que mezclaba decepción y preocupación.
-Ehhh... solo fuimos a jugar un ratito -dijo Sayen, tratando de parecer inocente.
-Mamá, prometemos que limpiaremos nuestros cuartos mañana -intervino Amaia, mientras se acomodaba el cabello, un poco nerviosa.
-Más bien, tendrán que hacer lo opuesto. Desde mañana, a partir de ahora, no podrán salir a jugar hasta que terminen sus tareas, y tendrán que ayudarme en la casa durante una semana -decidió la mamá, firme pero dulce.
Sayen y Amaia intercambiaron miradas de horror. La idea de estar en casa sin poder jugar parecía un castigo terrible. Sin embargo, no podían hacer otra cosa que aceptar y aprender de su error.
-A la mañana siguiente, mientras comenzaban a limpiar sus habitaciones, Sayen tuvo una idea brillante. -¿Y si hacemos un concurso de limpieza? -sugirió.
-¿Cómo sería eso? -preguntó Amaia, curiosa.
-Simple: cada una tendrá que limpiar su cuarto lo mejor posible, y al final, mamá decidirá quién lo hizo mejor. La ganadora podrá elegir un juego para jugar juntas el fin de semana. -dijo Sayen entusiasmada.
-¡Me encanta! -exclamó Amaia, olvidando por un momento su desánimo. Así que las hermanas se pusieron manos a la obra. Con música alegre de fondo, limpiaron, reorganizaron y decoraron cada rincón de sus habitaciones. Mientras trabajaban, se reían y compartían ideas sobre cómo hacerlo más divertido.
Al final del día, sus habitaciones no solo estaban limpias, sino que también habían construido un ambiente nuevo lleno de colores y creatividad.
-Mamá, ven a ver lo que hicimos -llamó Sayen, emocionada.
La mamá entró en las habitaciones y no podía creer lo que veía. Ambas habitaciones estaban relucientes, y había decoraciones nuevas que las hermanas habían ideado juntas.
-¡Esto es increíble! Estoy muy orgullosa de ustedes -dijo la mamá, abrazándolas con cariño.
-Gracias, mamá. Aprendimos que trabajar en equipo puede ser divertido -dijo Amaia.
Y así, después de una larga semana de responsabilidades, también pudieron disfrutar del fin de semana que tanto esperaban.
Cuando finalmente llegó el momento de elegir un juego, Sayen y Amaia decidieron que lo mejor sería elegir un juego en equipo para poder jugar juntas.
-¡Yo elijo un juego de mesa! -dijo Amaia.
-¡Sí! Así podremos jugar con mamá también -respondió Sayen, llena de alegría.
De esa manera, las hermanas aprendieron que desobedecer no les traía nada bueno, pero trabajar juntas y ser responsables les traía recompensas mucho más grandes y diversión a su vida. Y así concluyó el gran desafío de la obediencia entre Sayen, Amaia y su mamá, que siempre estaría dispuesta a guiarlas por el camino correcto.
FIN.