Sebas, el Aprendiz Valiente



Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Tallerito, un joven llamado Sebas. Desde chico, Sebas siempre había tenido una fascinación por las máquinas y la electricidad. Cada vez que veía a su papá arreglar la moto o a su mamá encender la lámpara con un interruptor, se le iluminaban los ojos. "¡Quiero ser como ellos!"- pensaba con entusiasmo.

Un día, decidió que ya era hora de aprender de verdad y se armó de valor para entrar al taller de Don Ramón, el mecánico más reconocido del pueblo. "Hola, Don Ramón, ¡quiero ser tu aprendiz!"- dijo Sebas con determinación.

Don Ramón lo miró sonriente y le respondió: "¡Bienvenido, Sebas! Aquí aprenderás todo sobre mecánica y electricidad, pero recuerda, la seguridad es lo primero."

Sin embargo, Sebas, lleno de ganas, a veces pasaba por alto los consejos de Don Ramón. Le costaba un poco entender cómo funcionaban las herramientas y a menudo cometía errores. Un día, mientras intentaba reparar una pequeña moto, se cortó con una herramienta. "¡Ay!"- gritó, asustado. "No te preocupes, Sebas, eso pasa si no tenemos cuidado. Vamos a poner curita y a seguir aprendiendo", dijo Don Ramón.

Pasaron los días y Sebas seguía intentando. Un miércoles, mientras trabajaba en un circuito eléctrico, hizo un pequeño cortocircuito. "¡No, no, no!"- gritó mientras las luces parpadeaban. Don Ramón vino rápidamente a ayudarlo. "Sebas, te dije que solo debes trabajar bajo la supervisión de alguien y siempre con las manos secas", le recordó con paciencia.

A pesar de sus tropiezos, Sebas no se desanimaba. Cada vez que se lastimaba, Don Ramón le decía: "Cada error es una lección, Sebas. Lo importante es aprender de ellos." "Lo sé, Don Ramón, pero a veces me asusto un poco..."- contestaba Sebas.

Un día, el taller recibió un pedido especial: arreglar un generador eléctrico muy antiguo que pertenecía a la biblioteca del pueblo. Todos estaban emocionados, pero Sebas se sintió abrumado. "¿Y si algo sale mal?"- se preguntó.

Sin embargo, decidió que esta era su oportunidad para demostrar lo que había aprendido. "Voy a hacerlo, Don Ramón, voy a arreglarlo yo!"- exclamó.

Don Ramón, confiando en su aprendiz, le decía: "Muy bien, Sebas, muéstrame lo que sabes. Recuerda todo lo que has aprendido y mantén la calma."

Sebas empezó a trabajar en el generador, siguiendo cada paso que había aprendido. Pero en un momento, se sintió inseguro y recordó sus accidentes. "No puedo, no puedo hacerlo"- murmuró.

"Tienes que confiar en ti mismo, Sebas. Has aprendido mucho. Cierra los ojos un momento y respira profundo"- le recomendó Don Ramón.

Sebas lo hizo y, decidido, volvió al trabajo, revisando cada parte con cuidado. Al final, tras un momento de tensión, logró encender el generador. "¡Lo hice, Don Ramón! ¡Funciona!"- gritó, lleno de emoción.

Todos en el taller abrazaron a Sebas. "¡Sos un gran aprendiz!"- dijo Don Ramón feliz. "Recordá siempre, los errores son parte del aprendizaje. Tu valentía y determinación hicieron la diferencia."

Desde ese día, Sebas se volvió aún más cuidadoso, aprendiendo a trabajar con respeto por las herramientas y la electricidad. Y aunque aún a veces cometía errores, ya no se asustaba: sabía que cada tropiezo era un paso hacia adelante.

Así, Sebas siguió creciendo, convirtiéndose en un mecánico electricista querido en Tallerito, siempre recordando que la valentía no es la ausencia de miedo, sino el poder enfrentarlo y aprender de él. Y así, con cada nuevo reto, Sebas no solo se volvía mejor en su trabajo, sino también un ejemplo para todos los que lo conocían.

FIN.

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