Sebastián el León y la Gran Carrera
Había una vez un león llamado Sebastián que vivía en la vasta sabana africana. Sebastián era un león diferente: no solo le gustaba correr, ¡le encantaba! Soñaba con ser el más rápido de toda la sabana, pero a menudo se sentía inseguro porque había otros animales que corrían mucho más rápido que él.
Un día, mientras Sebastián practicaba su carrera, se encontró con una tortuga llamada Tula.
"¿Por qué corres tan rápido, Sebastián?" -preguntó Tula con curiosidad.
"¡Quiero ser el más rápido de la sabana!" -respondió él, un poco inseguro.
"Pero, ¿y si te diviertes más en lugar de preocuparte por el lugar que ocupas?" -dijo Tula con una sonrisa.
Sebastián no sabía qué responder, así que decidió invitar a todos los animales de la sabana a una gran carrera. Quería demostrar que podía ser el más rápido. A la mañana siguiente, todos los animales llegaron al lugar de la carrera. Había cebras, gacelas y hasta un veloz guepardo llamado Rayo.
"¡Que comience la gran carrera!" -gritó Sebastián, emocionado.
En la línea de partida, todos los animales se colocaron listos. Sebastián sintió nervios en su pancita, pero se olvidó de todo cuando escuchó el grito de la tortuga Tula.
"¡No olvides disfrutar, Sebastián!" -gritó ella, animándolo.
¡Y arrancaron! Todos salieron disparados y Sebastián se esforzó al máximo, pero pronto se dio cuenta de que Rayo se alejaba rápidamente. Entonces, en lugar de desanimarse, recordó las palabras de Tula y comenzó a disfrutar de la carrera.
"¡Esto es divertido!" -gritó Sebastián mientras corría, sintiendo el viento en su melena.
Más adelante en la carrera, Sebastián vio a un grupo de animales que estaba atorado en una trampa de lianas.
"¡Ayuda!" -gritó una cebra.
Sin pensarlo dos veces, Sebastián se detuvo para ayudar. Con todo su esfuerzo, logró liberar a los animales.
"¡Gracias, Sebastián!" -dijo la cebra.
Cuando la carrera terminó, Rayo fue el primero en cruzar la meta, pero todos los animales comenzaron a aplaudir al león.
"¡Sebastián, fuiste el más valiente!" -gritó Tula.
"Sí, no solo corriste rápido, ¡también ayudaste!" -añadió una gacela.
Sebastián sonrió y se dio cuenta de que ser rápido no era lo más importante. Lo que realmente importaba era ser un buen amigo y ayudar a los demás. Desde aquel día, Sebastián no solo se divirtió corriendo, sino que también se convirtió en un gran compañero para todos.
Y así, Sebastián el león aprendió que la verdadera victoria está en hacer lo correcto y disfrutar el camino. ¡Y siempre hay un nuevo amigo a quien ayudar en cada carrera!
Fin.
FIN.