Sebastián, el perro y el gato en el escondite



Era una tarde de sol radiante en el jardín de Sebastián. Con risitas y energía, decidió que era el momento perfecto para jugar a las escondidas con sus dos fieles amigos: Rocco, el perro, y Mía, la gata. Sebastián los miró, emocionado por la idea de un nuevo juego.

"¡Chicos, juguemos a las escondidas!" - propuso Sebastián, moviendo sus brazos como si diera instrucciones.

"¡Sí! ¡Me encanta esconderme!" - ladró Rocco, moviendo su cola de un lado a otro.

"Yo soy la más ágil, me esconderé mejor que ustedes," - maulló Mía, orgullosa de sus habilidades.

"Vale, yo contaré hasta veinte, y ustedes se esconden. ¡Listos!" - dijo Sebastián, cerrando los ojos con emoción.

Se escuchó un balido entusiasta y el suave sonido de las patas de Mía en el césped mientras se dispersaban. Sebastián comenzó a contar en voz alta: "Uno, dos, tres..." Mientras contaba, Rocco se lanzó detrás de un arbusto, creyendo que era un escondite perfecto, pero su gran cola todavía se veía por encima.

Mía, por otro lado, decidió treparse a una rama baja de un árbol. Desde allí, tenía la vista perfecta de Sebastián. Al llegar al número veinte, Sebastián gritó:

"¡Listo o no, allá voy!" - y comenzó su búsqueda.

Primero, fue a ver detrás de la cerca. No había nada. Luego miró en el garaje, pero sólo encontró algunas herramientas y un par de viejas bicicletas.

Mientras buscaba, se dio cuenta de que Rocco podría estar en problemas:

"Rocco, ¿estás ahí?" - llamó, pero solo escuchó el sonido del viento.

Decidido a buscarlo, se dirigió hacia el arbusto, donde vio la gran cola de Rocco.

"¡Rocco! ¡Te veo! No puedes esconder tu cola tan fácilmente, grandote!" - se rió Sebastián.

Rocco salió de su escondite, bajando la cabeza.

"Es que pensé que era un buen lugar..." - contestó, con un aullido de disculpas.

Ambos rieron juntos. Ahora, sólo quedaba Mía. Sebastián miró alrededor, fijándose en los árboles.

"Mía, ¡seguro estás en uno de esos árboles!" - exclamó, dirigiéndose a uno donde había sombras y hojas.

Desde su posición, Mía se dio cuenta de que su amigo la había encontrado. Se asomó un poco, pero como no quería ser descubierta, decidió hacer un pequeño truco.

"¡Rocco! ¡Ayuda! Estoy... atrapada en una rama!" - maulló Mía, actuando como si estuviera en problemas.

Rocco, escuchando la llamada, comenzó a ladrar mientras corría hacia el árbol.

"No te preocupes, Mía, voy a salvarte!" - dijo Rocco, saltando a su alrededor.

"¡No, Rocco! Es un truco. Estoy bien y te estaba bromeando!" - se rió Mía, bajando de su escondite.

Sebastián se río con ellos y pensó que quizás había tenido un poco de suerte al encontrar a Mía, a pesar de que no la había buscado de la forma correcta.

"Esa fue una buena estrategia, Mía. ¡Pero no está bien hacerles creer a los amigos que están en problemas!" - le dijo Sebastián, mientras Mía movía la cabeza en señal de disculpas.

"Lo sé, sólo quería que el juego fuera más divertido," - contestó la gata, apenada.

"La próxima vez, podríamos hacer un juego en equipo y ayudarnos mutuamente. ¿Qué les parece?" - sugirió Sebastián.

Ambos, Rocco y Mía, asintieron felices. Jugar en equipo no solo los haría divertirse más, sino que también fortalecería su amistad.

Así, mientras se reían y planeaban su próximo juego, Sebastián comprendió que, aunque ganar es divertido, ¡lo más importante es divertirse juntos y cuidar los unos de los otros! Y desde ese día, siempre recordaron que jugar en equipo es mucho más valioso que cualquier escondite perfecto.

FIN.

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