Sebastián, el Perro y el Pez
Era una hermosa mañana en la casa de Sebastián. El sol brillaba, los pájaros cantaban y el viento soplaba suavemente. Sebastián, un niño curioso y divertido, estaba en el jardín jugando con su perro, Rocco. Rocco era un perro lleno de energía, siempre listo para la aventura. En la sala de estar, su pez, Nube, nadaba de aquí para allá, haciendo burbujitas en su pecera.
- ¡Vamos, Rocco! - gritó Sebastián, lanzándole una pelota. Rocco salió disparado, corriendo con toda su fuerza para atraparla.
- ¡Buen chico! - aplaudió Sebastián cuando Rocco regresó con la pelota en la boca, moviendo su cola de felicidad.
Pero, de repente, una idea brillante cruzó por la mente de Sebastián.
- ¿Qué pasaría si jugamos con Nube también?
Rocco ladró como si entendiera. Sebastián se acercó a la pecera y dejó que Nube se acercara a la superficie.
- ¡Hola, Nube! - dijo Sebastián. - ¿Te gustaría jugar?
El pez movió su cola, como si dijera que sí. Sebastián pensó en un juego.
- Rocco, trae la pelota de agua. ¡Es un nuevo juego! -
Rocco, curioso y emocionado, corrió a buscar su juguete de agua, una pelota de colores que flotaba. Cuando regresó, Sebastián lanzó la pelota hacia la pecera, mientras Nube nadaba rápidamente hacia ella.
- ¡Mirá, Rocco! ¡Nube está atrapando la pelota! - exclamó Sebastián, viendo cómo el pez intentaba acercarse a la pelota flotante.
Sin embargo, la pelota se quedó atrapada en una esquina de la pecera.
- Oh no, Nube no puede alcanzarla. - dijo Sebastián preocupado. - ¡No te preocupes! Yo te ayudo.
Entonces, con mucho cuidado y respeto hacia Nube, Sebastián metió la mano en la pecera y ayudó a mover la pelota más cerca del pez. Nube, agradecido, comenzó a jugar con la pelota como si fuera su nuevo juguete.
- ¡Eso es, Nube! - gritó Sebastián animado. Rocco, por su parte, ladraba de alegría, emocionado de ver a su amigo pez jugar.
Pero justo cuando todos estaban felices, ¡la pelota comenzó a deslizarse hacia el borde de la pecera!
- ¡Nube, ten cuidado! - dijo Sebastián, ya que la pelota se estaba saliendo.
Antes de que pudiera hacer algo, la pelota resbaló y cayó al suelo, deshaciéndose en pedacitos.
- ¡Oh no! - exclamó Sebastián, triste al ver cómo su juguete favorito se rompió. Rocco se acercó y le lamió la mano, tratando de consolarlo.
- No te preocupes, amigo. Podemos hacer otra pelota - dijo Sebastián, mirándolo fijamente. - Vamos a hacer una pelota para Nube, y también una que sea más resistente para vos, Rocco.
Sebastián corrió a la cocina y empezó a buscar materiales. Encontró algunos globos y un poco de arroz. Con mucho cuidado, rellenó el globo con arroz y lo ató para hacer una nueva pelota.
- ¡Mirá, Nube, esta es para vos! - dijo, lanzando la pelota flotante de arroz en su pecera. Nube nadó rápidamente hacia ella, encantado.
Bailaba alrededor de su nuevo juguete, haciendo burbujitas de alegría.
- Y ahora, Rocco, tu turno - dijo Sebastián mientras hacía otra pelota usando un globo más grande y un poco de papel. - Así no se romperá tan fácilmente.
Rocco, ansioso, observó cómo Sebastián se esforzaba, moviendo las manos con destreza. Cuando finalmente terminó, le arrojó la pelota hecha de papel a Rocco.
- ¡A jugar! - gritó Sebastián. Rocco atrapó la pelota con entusiasmo y comenzó a jugar en el jardín.
Sebastián miró a sus amigos, sintiéndose feliz. Se dio cuenta de que juntos, siempre podían encontrar una solución.
- Aunque las cosas no salgan como queremos, siempre hay una forma de divertirnos y aprender - reflexionó Sebastián. - ¡Y lo importante es disfrutar en compañía de nuestros amigos!
Y así, Sebastián, Rocco y Nube continuaron jugando, aprendiendo y creando nuevos momentos juntos, cada uno con su propio estilo, pero siempre apoyándose unos a otros.
Desde ese día, Sebastián nunca volvió a sentirse triste por perder algo. En vez de eso, aprendió que con creatividad y trabajo en equipo, siempre se podían encontrar nuevas maneras de jugar y sonreír.
Y así, siguieron siendo los mejores amigos.
FIN.