Sebastián y la máquina de crecer



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, un niño llamado Sebastián. Sebastián era un niño curioso, creativo y siempre estaba pensando en nuevas ideas para inventar cosas increíbles.

Siempre vestía una chaqueta roja brillante y un sombrero de ala ancha que él mismo había decorado con plumas de colores.

Un día, mientras paseaba por el parque con su perro Pipo, Sebastián tuvo una idea brillante: ¿qué pasaría si creara una máquina para agrandar o achicar las cosas? Se emocionó tanto con la idea que corrió a casa para ponerse manos a la obra. Después de horas de trabajo duro en su laboratorio improvisado en el sótano, finalmente terminó la máquina.

Estaba nervioso pero emocionado por probarla. Decidió hacer una prueba con Pipo, su fiel compañero animal.

Con un poco de temor y mucha emoción, activó la máquina y ¡Pipo comenzó a crecer hasta convertirse en un gigantesco San Bernardo! Sebastián estaba sorprendido y asombrado por lo que acababa de lograr. Pero antes de poder disfrutar completamente de su éxito, escuchó un ruido extraño detrás suyo.

Al darse vuelta se dio cuenta de que accidentalmente había activado la máquina sobre sí mismo ¡y también se había agrandado!"¡Oh no! ¡Esto no estaba en mis planes!", exclamó Sebastián asombrado al ver sus manos gigantes y sus pies enormes.

Pipo, ahora mucho más grande que él, se acercó tranquilamente y le dio unas lamidas cariñosas en la cara para reconfortarlo. "Tranquilo Sebastián", dijo Pipo con voz grave debido a su nuevo tamaño. "Todo estará bien, encontraremos una solución juntos".

Decidieron ir juntos al laboratorio e intentar revertir el efecto de la máquina. Después de varios intentos fallidos y muchas risas por las situaciones cómicas que vivían siendo tan grandes, finalmente lograron encontrar la manera adecuada para devolver las cosas a la normalidad.

Sebastián aprendió una gran lección ese día: que es importante ser valiente ante los desafíos inesperados y contar con amigos leales como Pipo hace todo más fácil. Desde entonces, Sebastián siguió inventando cosas maravillosas pero esta vez teniendo mucho más cuidado con las consecuencias inesperadas.

Y cada vez que miraba su chaqueta roja brillante recordaba aquella aventura extraordinaria donde descubrió lo importante que es aceptarse tal como uno es.

Y así, entre risas y aprendizajes, Sebastián siguió creciendo (pero solo en sabiduría) junto a sus fieles amigos del corazón.

FIN.

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