Sembrando generosidad
Fabiana se despertó esa mañana con el sonido de la lluvia golpeando contra su ventana. Miró afuera y vio las calles mojadas y grises, y un nudo se formó en su estómago. No quería ir a la escuela.
Se tapó con las mantas y dejó escapar un suspiro. "¡Fabiana, es hora de levantarse!", llamó su mamá desde la cocina.
Fabiana se secó las lágrimas con el dorso de la mano y se levantó lentamente de la cama. Se vistió con su uniforme escolar mientras el desayuno esperaba por ella en la mesa. "¿Qué te pasa, Fabi? ¿Por qué estás tan triste?", preguntó su mamá al verla entrar a la cocina con los ojos rojos.
"No quiero ir a la escuela hoy, mamá. Está lloviendo y no me apetece", respondió Fabiana entre sollozos.
Su mamá le dio un abrazo reconfortante y le dijo: "Entiendo que no te guste ir bajo la lluvia, pero recuerda que cada día en la escuela es una oportunidad para aprender algo nuevo, para hacer nuevos amigos y para crecer como persona". Aunque dudosa, Fabiana decidió salir hacia la escuela.
Caminaba lentamente bajo su paraguas rosa cuando de repente vio algo brillante en medio de un charco cerca del colegio. Se acercó curiosa y descubrió una moneda plateada reluciente. "¡Mira lo que encontré!", exclamó Fabiana emocionada al mostrarle a sus amigas.
Ellas sonrieron maravilladas e inmediatamente empezaron a pensar en maneras creativas de utilizar ese hallazgo especial. Decidieron donar el dinero encontrado para comprar material escolar nuevo para niños necesitados del barrio. Esa acción solidaria hizo que todo el día cambiara para Fabiana.
Se sintió orgullosa de haber ayudado a otros y comprendió que incluso en los días más grises hay espacio para sembrar alegría y generosidad.
Al regresar a casa esa tarde, ya no tenía miedo de enfrentarse a los días lluviosos ni a las dificultades que pudieran surgir en el camino. Había descubierto que cada situación complicada puede convertirse en una oportunidad para hacer algo bueno por los demás y por uno mismo.
Y así, Fabiana aprendió una valiosa lección: nunca subestimar el poder transformador que tiene una pequeña acción positiva, incluso en los días más oscuros.
FIN.