Semillas de Amistad



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Alegría, dos amigas inseparables: María y Sofía. Les encantaba pasear juntas por los coloridos parques, llenos de flores y árboles frondosos.

Una hermosa mañana de primavera, María golpeó la puerta de la casa de Sofía con una gran sonrisa en el rostro. - ¡Hola Sofi! ¿Estás lista para nuestro paseo matutino? - exclamó María emocionada.

- ¡Hola Maria! ¡Claro que sí! Estoy ansiosa por disfrutar del aire fresco y las hermosas vistas del parque - respondió Sofía con entusiasmo. Las dos amigas se dirigieron al parque principal del pueblo, donde se encontraron con un anciano sentado en un banco alimentando a los pájaros.

Se acercaron lentamente y comenzaron a conversar con él. El anciano les contó historias maravillosas sobre su juventud y les enseñó la importancia de cuidar a la naturaleza y a todos los seres vivos que habitan en ella.

María y Sofía escuchaban atentamente cada palabra del anciano, maravilladas por sus experiencias y sabiduría. Al despedirse, el anciano les regaló dos semillas especiales y les dijo:- Estas semillas tienen el poder de hacer crecer algo hermoso si las cuidan con amor y paciencia.

Las amigas agradecieron al anciano por su generoso regalo y continuaron su paseo por el parque. Decidieron plantar las semillas en un lugar especial que eligieron juntas. Días pasaron, semanas pasaron, pero las semillas no mostraban signos de vida.

María comenzaba a preocuparse, pero Sofía siempre mantenía una actitud positiva. - No te preocupes Maria, todo necesita tiempo para crecer. Confío en que nuestras semillas pronto darán frutos maravillosos - decía Sofía tranquilizando a su amiga.

Finalmente, una mañana soleada, María fue corriendo hacia el lugar donde habían plantado las semillas y vio dos pequeñas plantitas brotando lentamente de la tierra. Gritó emocionada por la sorpresa mientras llamaba a Sofía para mostrarle lo que había ocurrido.

Las dos amigas abrazadas contemplaban maravilladas cómo las plantitas crecían día tras día hasta convertirse en hermosas flores multicolores que iluminaban todo el parque con su belleza.

Desde ese día, María y Sofía aprendieron que todas las cosas buenas llevan tiempo para crecer y florecer; solo se necesita paciencia, amor y confianza en el proceso. Y así siguieron paseando juntas por Villa Alegría compartiendo esa valiosa lección con todos los habitantes del pueblo.

FIN.

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