¡Si Yo Fuera Presidente de Ecuador!
Había una vez un niño llamado Mateo, que vivía en un pequeño pueblo en Ecuador. Mateo soñaba con ser presidente, pero no para tener poder, sino para cambiar las cosas que le preocupaban a su comunidad.
Un día, mientras estaba en el parque jugando con sus amigos, un anciano llamado Don Enrique se acercó a ellos.
"¿Qué te gustaría cambiar si fueras presidente, Mateo?" - preguntó Don Enrique, sonriendo.
"¡Quiero que haya más escuelas y que todos los niños puedan estudiar!" - respondió Mateo con entusiasmo.
Los amigos de Mateo asintieron, y comenzaron a hablar sobre sus sueños.
"Y también quiero que las calles estén más limpias y llenas de árboles" - añadió Ana, su mejor amiga.
"¡Sí! Y que haya más oportunidades de trabajo para nuestros papás" - dijo Lucas, otro amigo.
Esa tarde, Mateo decidió que iba a empezar a trabajar por sus sueños. Así que juntó a sus amigos y comenzaron a hacer carteles que decían, "¡Queremos un mejor futuro!". Salieron a las calles del pueblo y hablaron con la gente.
"¿Qué les gustaría que cambiara en nuestra comunidad?" - preguntó Mateo a una señora que vendía frutas.
"Necesitamos mejores caminos para que los niños puedan ir seguros a la escuela" - respondió la señora.
Mateo tomó nota de todo lo que la gente decía. Cada día se reunía con sus amigos en la plaza para discutir las ideas que habían recolectado.
Un día, mientras estaban en una reunión, un hombre misterioso apareció. Tenía una larga barba blanca y una capa azul.
"Soy el Hada de los Deseos de los Líderes" - dijo el hombre sonriendo. "He estado observando su esfuerzo y su deseo de hacer cambios. ¿Les gustaría que sus ideas se hicieran realidad?".
Los amigos se miraron entre sí, sorprendidos.
"¡Sí! ¡Sería increíble!" - exclamó Ana.
El Hada hizo un gesto mágico y, de repente, se encontraron en una gran sala llena de personas importantes.
"Están en un congreso donde pueden exponer sus ideas y hacer que la gente las escuche" - anunció el Hada.
Mateo, nervioso pero decidido, subió al escenario. Miró a su alrededor y vio a todos los adultos observándolo.
"Queremos un Ecuador mejor. Queremos más escuelas, calles limpias y oportunidades para todos" - comenzó Mateo, con su voz resonando en la sala.
La multitud se quedó en silencio. Al escuchar la pasión en su voz, comenzaron a aplaudir.
El Hada, orgulloso, les dijo: "Cada uno de ustedes tiene el poder de ser un líder. Las grandes ideas vienen de los corazones puros y de los que quieren hacer el bien".
Al terminar el congreso, la gente empezó a tomar en serio sus ideas. Los adultos del pueblo se unieron a Mateo y sus amigos, y comenzaron a limpiar las calles y a organizar campañas para recaudar fondos para construir una nueva escuela.
Pasaron los meses y, gracias al trabajo en equipo, se lograron muchas cosas. La escuela fue inaugurada con una gran fiesta, y el parque se llenó de risas de niños que jugaban juntos.
Mateo se dio cuenta de que no necesitaba ser presidente para hacer un cambio. Lo único que necesitaba era el deseo de ayudar y unirse con los demás.
"No necesitamos varitas mágicas, sino corazones dispuestos a trabajar" - dijo Mateo con una sonrisa, mientras observaba cómo su comunidad florecía.
Y así, Mateo y sus amigos aprendieron que, aunque los adultos suelen tomar decisiones, la voz de los niños también es importante, y juntos, pueden lograr grandes cosas.
Desde ese día, Mateo hizo promesas a sus amigos: nunca dejaría de luchar por lo que era correcto y siempre inspiraría a otros a hacerlo también. Su historia se convirtió en un ejemplo para todos los niños, quienes aprendieron que el verdadero poder radica en la unión y en el amor por su comunidad.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.